21. Rellenos.

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Habían pasado unos días desde que le había propuesto a Lily que fuera con él a Alemania, no había tenido respuesta alguna todavía, y estaba más que nervioso, no quería que eso se viera muy apresurado y como si quisiera forzarla a algo que claramente no quería.

Su teléfono sonó, pero el nombre que mostró lo hizo sentirse incómodo, nunca estaba preparado para charlar con esa persona, hiciera lo que hiciera o dijera, las cosas nunca se encaminaban por donde él quería.

—Hola –contestó en el tono tan neutral que encontró.

—Edward –murmuró la mujer al otro lado de la línea en tono frío y despectivo.

—Qué bueno es escucharte, Fiorella –comentó en ese tono burlesco, que la mujer siempre odió.

—No es placer la razón de mi llamada –murmuró enfadada –sino para acordar las fechas en las que llevaremos a Ada a New York –informó.

—Sí, ella me lo comentó, todas las vacaciones estarán allá.

—Así es –soltó arrogante –te envíe con mi chofer los papeles que necesitarás firmar y...

—Pudiste enviarlos por correo...

—El correo de Inglaterra...

—Electrónico, Fiorella –se burló el hombre –pero me imagino que los asuntos tecnológicos van muy por encima de los Flint ¿no es así?

—Por supuesto que no te interesa eso, quería asegurarme que los papeles te llegaran y regresaran a mí de forma segura.

—Claro, porque supongo que el gobierno Inglés tiene razones para intervenir tu mensajería, tanto electrónica como la física ¿me equivoco? –sonrió, y aunque la mujer no pudo verlo, supo que la enfadó, como siempre.

—Te parece muy divertido, tomando en cuenta que todo lo que tienes vino de la fortuna de los Flint ¿no es así, Lupin?

—Yo no tomé su dinero, Fiorella, y hasta donde tengo entendido, a Laura le costó sudor y sangre esta empresa, que yo he mantenido a flote ¿recuerdas eso?

— ¿Recuerdas la razón por la cual Laura no lo hizo?

Aquellas palabras fueron como una daga envenenada incrustada en el pecho de Ted, ahora era su turno de imaginar la sonrisa triunfadora en el rostro de su suegra, al mismo momento que su puerta se abría dejando pasar a un hombre de traje formal y monóculo y enorme bigote puntiagudo, si tan solo todo el dinero que tenían les pudiera comprar el buen gusto, pensó el hombre.

—Tu chofer acaba de llegar –le informó –firmaré los papeles, pero Ada tiene que llamarme todos los días, sin importar la hora ¿te queda claro?

—No vamos a robarla, Lupin, ya lo hubiésemos hecho...

—Más bien, no pudieron ¿no es cierto?

—Laura decidió que la niña estaría mejor contigo, pero es bueno que decidieras educarla como tiene que ser educado un Flint, no como tú, que tu deplorable abuela y tú, sólo supieron lo que era la buena vida, hasta que lograste que mi hija, pusiera todo a tu nombre.

—Esa es su parte de la historia, pero no lo que pasó en realidad, si sigo aquí, sentado en el lugar del jefe, es porque es la única forma en que me aseguraré que Ada, mi hija, y la hija de Laura, tendrá lo que le corresponde cuando yo no esté, sin importarme que ella tire todo a la basura cuando llegue a sus manos, porque será su dinero, y su decisión, no mía, ni de usted, ni de Laura, de ella –soltó enfadado.

—Solo firma los malditos papeles, y dejémonos de llamadas y actitudes hipócritas, Lupin.

El hombre hizo un ademán, para que el chofer se acercara, echó una larga leída a los formularios y plasmó su firma.

The Sitter [Teddy & Lily]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora