32. El Límite de la Cordura.

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Lily abrió los ojos, no tenía ni la menor idea de cuánto tiempo había dormido, aquel lugar estaba bastante iluminado, o posiblemente era que toda la decoración a su alrededor era blanca, desde la ropa de cama, el dosel, todo, no sabía de quién era aquel lugar, solo que Ted la había llevado ahí después de la fiesta de cumpleaños de su padre, se giró al otro lado de la cama, pero no estaba ahí, así que se levantó, cubriéndose le cuerpo desnudo.

— ¿Ted? –Cuestionó a la nada –Ted ¿estás ahí? –Intentó de nuevo, pero no tuvo respuesta.

Su ropa estaba acomodada en el banco a los pies de la cama, se puso sus bragas y su sostén ¿A dónde diablos la había llevado? Y para colmo, la había dejado sola, como si fuese una mujerzuela, bufó indignada y se asomó por la ventana, al parecer, estaba en un pequeño chalet, ya que más allá se veía una amplia casa, un jardín y alguien en la piscina, llamando por teléfono.

Sonrió, posiblemente para no despertarla, salió a contestar su llamada telefónica, salió con lo que se había puesto, sin colocarse ninguna otra prenda, quería que sorprenderlo, pero al llegar a la piscina, se desilusionó y se arrepintió de todo.

El hombre de pantalones blancos, camisa de manga corta blanca con estampado de hojas de palma, no era Ted, sino Sebastian Keller, que le dedicó una sonrisa y mirada lasciva en cuanto la vio, parloteó un poco más al teléfono y colgó.

—Buenas tardes –soltó divertido.

—Claro ¿dónde está Ted? –Preguntó.

—Ah, es que me confundiste con él, y por eso viniste en ese hermoso atuendo hasta aquí ¿no es así, chica estafadora? –Elevó una ceja.

—No sé de qué rayos estás hablando.

—Ted ya me contó lo de su romance, que aún no se ha acostado contigo, pero que casi le sacas 150 mil dólares, sí que eres una chica con talento ¿te lo habían dicho?

—Él te contó que estamos saliendo –soltó irritada, observando a otro lado.

—Soy su mejor amigo, y el padrino de su hija ¿qué esperabas? –Negó –la verdad, es que me sorprende, y no, a la vez, viéndote así, comprendo la razón por la cual lo traes completamente loco por ti.

—Vete al infierno, Sebastian –bufó enfadada.

—Ah, no seas tan mala, yo también puedo darte esa cantidad, si gustas –los ojos azules de Keller volvieron a recorrer su cuerpo, pero esta vez se acercó a ella, la sujetó contra él.

—No estoy interesada, gracias, y creo que a Ted se le atrasó la información, debió contarte, que mi hermano me prestó el dinero, y que por cierto –colocó su mano en su pecho para alejarlo, pero Sebastian la acercó más a él –mi padre es Harry Potter ¿lo conoces?

—En persona, no, he escuchado mucho de él, a decir verdad.

Sus ojos brillaron, y su sonrisa se incrementó, antes de besarle la mejilla y depositar un mechón pelirrojo detrás de su oreja, y llevar la punta a su nariz.

—Ahora comprendo mucho más las cosas, no dudo que después de saber que eres de esos Potter, te trajera aquí, tan aprisa como pudiera para desvirgarte ¿cierto?

Lily se sonrojó, y aunque lo negó, no podía negar que aún estaba dolorida de la madrugada, porque sí, ella y Ted habían estado juntos completamente, aún podía sentirlo en su interior, estirándola por completo a su longitud, arremetiendo contra su cuerpo de una forma tan gloriosa y maravillosa que la volvió loca de placer.

—Edward nunca va a cambiar –se burló Sebastian, negando divertido –le gustan las herederas hermosas, premio doble, diría él.

—Suéltame, Sebastian –lo empujó un poco más, pero no la soltó –y deja tus estupideces para alguien a quien le importe.

The Sitter [Teddy & Lily]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora