35. Negocios.

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Se quedó sorprendida ¿qué clase de antecedentes podría tener Ted como para que su padre acudiera a ella para valorar si era una buena persona como para invertir su tiempo, dinero y confianza en él? Una cosa más que entraba en la lista que no tendría el valor de preguntarle a su novio.

—Por cierto, el contador me dijo que gastaste 30 mil libras en un jarrón que no he visto en la casa ¿qué pasó?

—Bueno, tuve un accidente en casa del señor Lupin, me golpee el pie y al retroceder, rompí un jarrón que le habían regalado sus suegros por su matrimonio, es de esa colección espantosa –hizo una mueca –la misma que tiene el tío Percy en casa.

—Ah –asintió –debiste decirme, hablé al banco, me llegarán notificaciones de autorización para tus compras de ahora en adelante.

—Sí, está bien.

Bajó la vista hasta su trabajo y comenzó a acomodar sus ensayos, sus tareas y trabajos, para poder ir a la ducha y arreglarse, suspiró, nunca terminaría de entender la razón de que su padre fuese tan restrictivo con el dinero, si bien, no iba a despilfarrar el dinero de su familia en estupideces ¿qué sentido había darle una tarjeta de crédito sin límite alguno si terminaría haciendo algo así?

Llegó a la universidad bastante cansada, si no fuese porque alguna vez tendría que ir, y no solo mandar los trabajos, estaría en el quinto sueño en ese momento.

Se sentó en una de las butacas y se recargó, aburrida, otra clase que ya sabía, pero no podía simplemente brincarla.

—Te dignas a venir –se burló Audrey, sentándose junto a ella.

—Bueno, tengo que –la observó.

—Te ves cansada ¿qué pasó?

—Estoy atrasada con los trabajos, si no hubiese adelantado seis meses, ahora sería mi funeral, en serio –aceptó.

—Vaya ¿qué has estado haciendo? Porque no nos has estado frecuentando desde hace mucho.

—He estado pasando tiempo con Ada, la hija de Ted...

—Ah, qué lindo, de madrastra tan pronto –se burló.

—No sé porque no lo soportas, en serio, lo amo.

—Bueno –hizo un mohín.

—Vamos, Audrey –se giró hasta ella –en serio lo amo, y lo hacía desde mucho antes de saber lo bueno que es en la cama.

La rubia soltó una risa divertida. —Cariño, a los catorce, pensé que Adam Johnson era un pro, en la cama.

—Con él perdiste la virginidad –le informó.

—Exactamente, y fueron los dos meses en que pensé que mi vida no sería tan plena y fascinante como con él, a los dieciséis, llegó Albert Chase, y dije lo mismo, y créeme, el único que ha podido hacerme morir de placer ha sido H... -se quedó callada.

— ¿Quién? –Elevó una ceja, confundida.

—Tu hermano entra en mi top dos, y mira, que es una lista muy amplia, James es bueno en lo que hace.

—No –hizo mala cara –eso no lo necesito en mi cabeza –negó, alejando la idea de su hermano teniendo relaciones con Audrey, o con cualquier persona en general.

—Lo que quiero decir, querida, es que no estoy muy segura de que estés enamorada de él, más bien, se le dice de otra forma, si te la has pasado en su cama todo este tiempo –se burló –te juro que no conoces rasgos de su personalidad que podrían ser importantes, o sus gustos, o su pasado, su comida favorita, el color favorito, su equipo de rugby, nada ¿o sí?

The Sitter [Teddy & Lily]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora