29. Medir.

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Lily saltó cuando su celular sonó, se limpió las lágrimas antes de que se derramaran de sus ojos, vio el nombre aparecer, y aunque eso debió tranquilizarla, no lo hizo.

—Hola, Lils ¿estás muy ocupada hoy?

—Ah, hola, sí, tengo que ir... a la... universidad, sí, tengo que estar allá, y no tengo tiempo ¿pasa algo?

—No, pensábamos ir a comer con los abuelos, llamé para avisarte, y preguntarte ¿Hugo está contigo? Es que no me contesta su celular y...

—Hugo ¿por qué? ¿Por qué estaría conmigo? –Preguntó nerviosa.

—Bueno, son de la edad, les gusta ir de fiesta juntos, son uña y mugre desde niños, por eso.

—Esta vez... no, él no está conmigo, oye, Rose, te llamaré luego, en serio, lo lamento, y tampoco puedo ir allá, discúlpame con todos, dile a papá que... bueno, lo que te acabo de decir.

—De acuerdo, te veré luego, Lils.

—Adiós –colgó.

Avanzó apresurada hasta la puerta de la habitación, pero Ted la sujetó del brazo, lo observó, desconcertada, pero tenía esa postura y mirada de que no la dejaría ir de ahí hasta que no explicara su actitud.

— ¿Qué pasó con Hugo? –Preguntó.

—Nada, él... nada –sonrió –es solo que tiene unas cosas...

—Solo vete en el espejo, Lily, estás hecha un mar de nervios ¿para qué son los 150 mil dólares que dijiste?

—Ah, Ted, en serio...

—Hablo en serio, somos una pareja ¿no lo dijiste?

—Los debe –informó nerviosa –debe 150 mil dólares, para que los usó o los necesitó, realmente no lo sé –admitió –pero necesita mi ayuda.

—Claro ¿y cómo exactamente los piensas conseguir? –Elevó una ceja.

—Yo... no lo sé, él dijo que un amigo de él ofreció prestarle 100 mil, así que con mis ahorros, los pocos de él, juntaremos el resto.

—Bien ¿por qué va a prestarle alguien tanto dinero? Si ya sabe que no tiene para pagarlos.

—No sé –soltó desesperada –solo sé que quiere verme, dijo algo que el amigo con el que fui a la fiesta... debió decirle que lo ayudé con eso, pero solo nos dieron poco dinero, cinco mil libras, así que no entiendo por qué prestaría cien mil dólares –admitió, casi histérica.

—Espera, espera, espera, me dijiste que tú no...

—No éramos nada –soltó –no te debía explicaciones.

—Bueno, ahora lo somos, dame explicaciones.

—Ted, quisiera darte explicaciones, pero no ahorita, mi primo debe una cantidad de dinero ridícula ¿comprendes eso?

—Claro que lo entiendo, que planea prostituirte para pagar sus deudas ¿no es eso lo que pretende?

—Yo no me prostituyo –bufó ofendida.

—Pero te hace trabajar de acompañante ¿no es así?

—Son dos cosas diferentes –informó ella.

—Yo voy a darte los 150 mil –soltó Ted –háblale y dile.

— ¿Qué? –Soltó incrédula ella.

—Yo voy a darte el dinero, pero no quiero que él vuelva a involucrarte en algo así, Lily, no le debes nada...

—Tú no sabes eso –bufó Lily, soltándose del agarre de su novio –tú no eres nadie, para ponerme condiciones.

The Sitter [Teddy & Lily]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora