Ep. 21

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     Abrió los ojos lentamente, con un dolor inmenso alrededor de toda la cabeza.
   Tan pronto como recuperó la conciencia, recordó las palabras de Voldemort. Tomó su cabello, sintiendo la frustración invadir sus emociones de nuevo.
   Apretaba sus labios, evitando romper a llorar, pero no lo logró.
   —Mi niño, aquí estoy yo—Dijo su madre, quien se despertó por lo quejidos de su hijo y le sostuvo su mano dulcemente.
   —Quiero estar solo, mamá.
   —Pero…
   —Déjame solo—Insistió, mientras se limpiaba las lágrimas.
   —C-Claro, llámame si necesitas algo—Se levantó y salió de la habitación, dejando a Draco solo.
   Él, más furioso que nunca, tomó una almohada y la lanzó con mucha fuerza, tumbando sus vasos de roca y rompiéndolas.
   ¡Se sentía tan impotente! ¡Tan enfadado!
   Se maldecía a sí mismo, por todo lo que le sucedía, realmente era como si estuviera maldito.
   Cuando su corazón por fin empezaba a latir por otro, ahora tenía que detenerlo, porque sabía que ________ jamás aceptaría unirse a los mortífagos y ahora que descubrieron que ella seguía viva.
   ¿Ahora que sigue? ¿Ahora que desgracia tenía que suceder?
   Se enderezó en la cama, tapó su cara y se ahogó entre sollozos y lamentos.
   No quería matarla, no quería matar a nadie.
   Se sentía arrepentido, se sentía vulnerable, se sentía como un imbécil. Su pecho se encogía del dolor.
   ________ era quien había estado allí para él. Quien sabía que lo defendía y le hacía sonreír, justo cuando él pensaba que no había nada en el mundo que valiera la pena. Sus ojos marrones con un golpe de sol, era lo que hacía que su corazón se alterara por completo y cuando pensaba en ella, sentía su mundo llenarse de color.
   Ella es a quien quería abrazar y no dejar nunca que alguien le hiciera daño.
   Esa tonta.
   Esa fea.

   Las lágrimas se secaron y el viento fresco de la mañana enfrió la habitación.
   Sus ojos grises miraban perdidos hacia el jardín, donde los arbustos morían lentamente y parecían rogar su salvación, así como él el suyo.
   Suspiró, con el alma hecho trizas una vez más.
   Tocaron la puerta y él ni siquiera alzó la voz.
   —Amo, su madre me pidió que le trajera algo tibio de tomar y… Le llegó una carta—Dijo una elfina, que dejaba lentamente una bandeja con té y la carta encima de la mesita de su sala.
   —¿De quién es la carta?—Fue lo único que preguntó, sin siquiera voltear los ojos, dejando que el aire helado rizara y congelara su espalda y su torso desnudo.
   La elfina tomó el sobre y lo volteó. Al ver el nombre del remitente, dejó salir un jadeo.
   Fue una reacción extraña, que hizo que el pelirrubio se diera la vuelta para ver más de aquella respuesta.
   —________ Peverell—Respondió, sin dejar de ver el nombre.
   Un intenso escalofrío recorrió el cuerpo del chico, quien inmediatamente corrió hacia ella y le arrebató la carta de sus manos.
   Una sonrisa repentina apareció en sus labios.
   ¿Porqué? ¿Porqué una carta?
   Se sentó en el sofá más cercano y rompió el sello para ver lo que había allí dentro.
   Era una fotografía.
   Era la chica, quien sostenía al conejito en sus brazos y soltaba una sonrisita para la cámara. Tenía un vestido negro y hermoso. Ella… Se veía hermosa.
   Sus ojos se humedecieron nuevamente. Le dio la vuelta a la fotografía y observó la femenina e infantil letra de ella.
  » Droqui y yo te deseamos una linda navidad. ________ Peverell.«
   Se tapó la boca con la muñeca, reprimiendo sus quejidos.
   ¿Por qué ella tenía que ser así? ¿Por qué tenía que ser como es? Era tan linda, tan tierna, tan amable, tan valiente.
   ¿Qué era ella para acercarse a un imbécil, grosero y narcisista como él? ¿Y porque lo volvía loco?
   ¿Acaso era ella?
   Cesó sus lloriqueos.
   ¿Entonces de eso se trataba? ¿Esa emoción de no poderla ver? ¿De no poderla proteger? ¿La pregunta de porqué ella conquistó una parte frágil de él? ¿Por eso ________ alteraba la paz en su interior?
   Sorbió los mocos.
   ¿Esa era la razón?
   La elfina, sin nada más que hacer ya que su amo no le pedía nada, se retiró lentamente hacia la puerta, con la cabeza baja.
   —¿Estoy enamorado, Joly?
   Ella se detuvo a paso seco y se dio la media vuelta.
   —¿Disculpe, amo?
   Observó que Draco no parpadeaba para nada, que miraba la foto fijamente, con el rostro todavía húmedo.
   —Esto que siento… ¿Es que estoy enamorado?
   Joly se impresionó por la pregunta, así que, a las órdenes de él, se acercó y dispuso de su sabiduría.
   —Esa es una respuesta que usted mismo debe darse, amo. Nadie jamás conocerá y comprenderá su corazón, entonces usted sabrá si lo que siente es atracción o amor…
   —Cuando la veo me siento genial, cuando la veo… Siento que ya nada importa, solo estar con ella y… Ser yo. Ella escucha mis problemas, me apoya y… Ve cosas de mi, que ni siquiera yo sabía. Me atrae su personalidad, me hace cuestionar… ¿Qué la hace diferente a las demás?
   —¿Y usted que cree que la hace diferente a las demás?
   El chico miró a la elfina directamente a los ojos. Pero no había odio, no había asco, no había repugnancia, no había superioridad, no había maldad. Joly retrocedió.
   Había algo tan puro y limpio, en esa mirada.
   —La forma en la que… Ella… Es… Simplemente, no hay nada que describir… Solo…. Ella.
   —Si tiene dudas, mi señor, intente comprobar lo que siente.
   —Tu la conoces, ¿Verdad?
   —¿Eh?
   —A ________, la conoces—La elfina asintió, con la cabeza baja—Cuéntame de ella.
   Ella levantó la mirada, sorprendida.
   —Ehhh, pues, conozco a la señorita Peverell desde que nació, fui su sirviente personal, más no una esclava. Ella… Era muy hermosa, siempre fue muy amable con todos, su padre siempre la educaba con la buena educación y el respeto merecido—Draco asintió bien atento, sintiendo la emoción y un cosquilleo rodear su cuerpo—Su padre y ella siempre desaparecían por las tardes, para ir a entrenar a un lugar secreto. Allí, la señorita se convirtió en la mejor bruja que haya existido jamás, después de años de arduo entrenamiento, se volvió una apasionada de la magia a cuerpo y varita. La más grande de todas. Recuerdo… Que me pedía que la mirara y me enseñaba todo lo que aprendía y lograba perfeccionar. No podía creer lo increíble que dominaba los hechizos, lo bien que hacía las pociones y el conocimiento que poseía, es como si ella fuera la magia misma—Sonrió—No sólo era una magnífica hechicera, era realmente hermosa. Me gustaba cepillar su cabello y vestirla para los eventos importantes, algunas de las veces llegaba llorando, porque los chicos no querían bailar con ella, porque era mala bailando y les pisaba los pies. Desde la tercera vez consecutiva que rechazaron su amor, prometió que se enfocaría más en su entrenamiento, porque pensaba que si el amor no era para ella, la magia lo era absolutamente. Vivió una niñez muy normal y feliz. Heredó la dulzura y bondad de su madre, ella tenía ojos azules como el cielo y cabellos de oro, y aunque el poder de la mujer no era válida en ese entonces, su esposo no le impidió que ella tuviese el mando en la familia, le gustaba ver que todo estaba en orden y se preocupaba por sus empleadas y elfos de la casa, era una mujer de buena madera. De su padre sin duda sacó la inteligencia, la astucia, el conocimiento, la virtud, todo lo bueno. Se convirtió en la dama perfecta.
   Borró su sonrisa, recordando.
   —¿Y? ¿Qué más?—Preguntó el chico rubio, con las manos entrelazadas sobre la boca.
   —La señorita creció y se volvió toda una pre-adulta. Hasta que un día, cuando fue con su padre a una batalla contra unos malvados magos que abusaban de la magia, ella simplemente desapareció. Su padre mintió diciendo que ella había muerto, sólo para no revelar su plan y la verdad de que la había enviado al futuro, hasta… Ahora.
   —Si…
   —Entonces, ¿Le gusta? ¿La señorita Peverell le gusta?
   —No lo sé—Suspiró, mirando el techo mientras se recargaba en el sofá—Sería extraño decir que mi tipo de chica son las mayores por siglos—Después de esto, soltó una risa irónica porque tal vez y si era verdad. Sintió pesados los ojos, así que los cerro—¿Y que más sabes de ella?
   —Le gustan las galletas, el helado de vainilla, los pequeños detalles significativos, los libros de terror  y los hombres en traje elegante.
   Inmediatamente Draco abrió sus ojos y se enderezó.
   —¿Cómo que le gustan los hombres en traje?
   —Le resultan atractivos—Respondió Joly, levantando los hombros.
   —Yo siempre me visto de traje—Rodó los ojos—Y no se vuelve loca por mi.
   En ese momento Narcissa volvió a entrar a la habitación, al ver que la esclava no salía de allí y los vio conversar profundamente.
   Se sintió aliviada al ver el rostro de su hijo, muy iluminado y fresco, ya estaba calmado. Al acercarse a él, Draco tomó la taza de té y tomó un trago, para así evitar una conversación directa e incomoda con su madre, pero soltó un gesto de asco.
   —Joly, calienta mi té, no me gusta frío.
   —Enseguida, amo—La nombrada tomo la bandeja de té y dejó la carta y la fotografía a un lado.
   La señora Malfoy se percató pero antes de que pudiera ver más de cerca, su hijo la tomó y la ocultó.
   Cuando la elfina salió de la habitación, ambos se encontraban en un silencio más incómodo que decepcionante y para que no se notara tanto, Draco se levantó y caminó a su ropero.
   —¿Te sientes mejor?—Preguntó Narcissa, sentándose en otro sofá.
   —Si, me siento mejor. Voy a salir—Respondió, tomando dos toallas.
   —¿A dónde?
   El chico caminó hacia el baño.
   —No lo sé.

Hechizo ~ Draco Malfoy Donde viven las historias. Descúbrelo ahora