Ep. 38

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       Juraba que el pasillo estaba completamente vacío y no había escuchado ningunos otros pasos más que lo suyos.
   Carajo.
   ¿Por qué había sido descubierto?
   Se giró con normalidad.
   —Astoria—Sonrió con pena y recuperando el aliento—¿Qué te trae por aquí?
   —Me mandaron por un par de pergaminos en el despacho de una profesora, te vi y… ¿A dónde vas tu?
   —Eso no importa, puedes… Seguir con normalidad y trata de pisar con más fuerza para escucharte, casi me da un infarto.
   La chica no pudo evitar reír y asintió, con un gesto de mucha dulzura.
   —No sé qué decirle realmente—Agregó, quitando un mechón de su mejilla—Ese pasillo por donde vas, no conduce a ningún lado, está vacío.
   —Las ventanas son geniales, me gusta mirar.
   —¿Las ventanas? ¿Solo? ¿No quieres que te acompañe?
   —Quiero estar solo, así que, solo ve y lleva esos rollos a quien sea quien tengas que dárselos.
   Greengrass asintió, algo extrañada por la nerviosa actitud de Draco, y por un momento quizá lo entendió.
   Iría a verse en secreto con la princesa de Gryffindor.
   Bajó el rostro y siguió caminando, aceptando la situación.
   Aún así, no había tiempo que perder. Algo más allá que solo un simple comportamiento estaba sucediendo.
   No se trataba del señor Tenebroso.
   Tragó saliva.
   Se trataba de algo mucho más grande.
   Así que, tenía razón, no debía dejarse desorientar por un chico, ella también tenía una dignidad que recuperar y resguardar, en la búsqueda de la verdad.
   Levantó el mentón y camino de vuelta al despacho de la profesora McGonagall. Que se encontraba cruzando todo el extremo de un corredor, adornado con las luces de los enormes ventanales laterales. Desprendiendo sus suaves luces del medio día y el calor acogedor, de ese que hace que los pensamientos vaguen más allá de los recuerdos.
   Se sentía bien.
   —Vaya, vaya, vaya—Rió—¿Pero a quien tenemos aquí?
   La chica se detuvo y miró al frente de ella, donde se situaba una silueta; alta y esbelta.
   Al principio la luz en los ojos le cegó para ver de quien se trataba, pero todo se aclaró cuando aquella persona se acercó a ella y tomó los pergaminos de sus brazos.
   —E-Eh, lo siento, es que debo llevárselos a la profesora.
   —Que extraño—Balbuceó—Ella simplemente hubiera hecho magia, ¿Por qué llamar a una estudiante a que vaya por ellos?
   —No lo sé, solo… Acaté ordenes.
   —Buena chica—Sonrió y agitó su hombro al dar la vuelta—Vamos, te acompaño.
   Astoria lo pensó dos veces. La forma en que así lo decía era bastante extraño, pero de alguna forma le resultaba encantador.
   Muy amable de su parte.
   Así que no importo de más y fue tras él para ir camino a la oficina de Minerva.
   —¿Cuál es tu nombre?
   —¿Mi nombre?—Cuestionó, sin dejar de mirar al frente. Justo antes de detenerse y poder abrir una desconocida puerta, sonrió con sequedad—Soy Darío Lambert.
   —¿Por qué nos detenemos aquí?—Preguntó la chica, al ver que el pelidorado había entrado a una de los almacenes de químicos y materiales para pociones.
   Éste tomó uno de los pergaminos y lo extendió; leyó y lo dejó extendido sobre una mesa.
   ¿Qué hacía? ¿Porqué él estaba usando los pergaminos y buscando materiales por todo el lugar?
   Entonces cayó el veinte redondito sobre ella. Y las pistas habían sido tan claras, que tonta pudo ser para no notarlas.
   “Ella simplemente hubiera hecho magia, ¿Por qué llamar a una estudiante a que vaya por ellos?”.
   Porque ni siquiera fue McGonagall la que había dado la orden.
   Astoria sintió los latidos de su corazón acelerarse un poco más.
   —F-Fuiste tú…—Jadeó.
   Un silencio se extendió por toda la habitación, cuando Darío se había detenido en seco frente a la mesa.
   —Pensé que tardarías más en darte cuenta.
   La chica Slytherin fue bajando la mirada, más y más, y un poco más.
   Quizá nunca debió hacerlo, quizá si.
   Su cuerpo se  congeló completamente del pánico que comenzaba a apoderarse de sus extremidades.
   Recordando la noche en que todos habían tomado la poción.
   Cuando ella apenas pudo abrir los ojos para ver quién había entrado a la sala. Claramente no era un estudiante de Slytherin, pero éste no llevaba ropa.
   Todo era gris y borroso. Ella moría por de una vez dormir a causa de solo haber tomado un pequeño tragó antes de ir por su novela y caer desmayada al sofá.
   La silueta oscura era borrosa. Demasiado para captar características, pero si algo más notó, aparte de las suaves caricias que obtuvo de aquel desconocido… Fue el peculiar anillo triangular que poseía en el anular de su mano derecha.
   Ella palideció por completo: Darío llevaba ese mismo anillo en su mano.
   —Fuiste tu, el que nos durmió a todos—Tembló, mientras intentaba retroceder paso a paso.
   Se escuchó un quejido burlón y entonces la puerta se cerró de golpe.
   —Cielos, no—Carraspeo el chico—Yo no quería que nos conociéramos así.
   —¿Quién eres?
   Sin duda no había escape, la puerta estaba cerrada y tomaría demasiado abrirla.
   —Ya te dije, soy Darío, Darío Lambert—Sonrió, dándose la vuelta—Pero me gustaría que me dieras un apodo personal, no tengo uno.
   —Déjame… Salir.
   —¿Pero porqué? Estamos cómodos aquí tu y yo, ¿O no?
   —¡Fuiste tu quien nos durmió a todos en Slytherin! ¡¿Por qué?!
   El chico de rizos se llevó un dedo a la boca, pidiendo silencio.
   —No tienes por qué gritar, princesa-
   —¡Cállate! No me digas que hacer.
   —Tch, suenas igual a ella—Bufó, girándose de nuevo a la mesa.
   —¿A quien?
   —A la perra que quiero matar. Pero vamos, te estaría haciendo un favor.
   —¿Matar? ¿A quién quieres matar?—Sumergió su mano a su bolsillo para sacar su varita, pero en el momento en que lo sacó, le fue arrebatado y llegó hasta la mano de Darío.
   Sus brillantes y siniestros ojos azules se mostraron por encima de su hombro.
   —________. Siempre tan valiente y siendo la heroína de todos—Agregó, con más que un tono de sarcasmo—¿No crees que estaría mejor si estuviera muerta? Nadie quiere un héroe.
   Greengrass comenzaba a sentir el nudo en su garganta. Tenía miedo, tanto miedo.
   Estaba sola, indefensa y con un tipo psicópata.
   —Déjame salir, por favor.
   —No lo creo, princesa, no lo creo.
   Él subió unas escaleras, en busca de un cobre curioso y así, Astoria pensó que quizá sería momento para aprovechar.
   —¡Déjame salir!—Giró a la puerta y golpeó con fuerza—¡¡Ayuda!! ¡¡Ayuda por favor!!
   —Nadie va a venir, así que mejor no gastes tu voz. Me gusta escucharte.
   —¿Por qué quieres matar a ________? Ella no te ha hecho nada malo.
   —¿Qué no me ha hecho nada malo, dices?—Sonrió—No, tienes razón. Pero lo hará—Alcanzó un frasco de comino—Si no la mato primero, ella lo hará a mi, ¿Entiendes? Ella es la mala.
   —No, tu lo eres. Nos dormiste a todos los de Slytherin y me tocaste sin mi consentimiento, ¿Por qué? ¿Qué buscabas?
   —Ah, ¿Sabias que era yo?
   —Apenas…
   —Perdóname por favor, es que… Me resultas demasiado hermosa, eres mi tipo, pero no exageres, solo fue la mejilla.
   —¿Qué buscabas en la sala?
   —Solo a alguien.
   —¿A quién?
   —No tengo porque decirte.
   —¡Dímelo!
   El chico rizos dorados bajó las escaleras y se colocó frente a la mesa, comenzando el comino con la fresca y líquida poción en el pequeño recipiente.
   —¿De verdad quieres saberlo?
   —Eres un asesino…
   —Duele que me lo digas tu personalmente, princesa.
   —¡Eres un asesino!
   —Di lo que quieras… Pero por ti…—Mezcló la poción y lo vertió en un pequeño vaso—… Por ti me mancharía las manos de sangre, ¿Entiendes?
   Se dio la vuelta y caminó lentamente a Greengrass.
   —¡No te acerques! ¡Aléjate de mi! ¡Aléjate!—Gritó, golpeando la puerta con todo el terror a punta de fuerza—¡¡Ayuda!! ¡¡Draco!! ¡¡Alguien!! ¡¡Por favor ayúdenme!!
   —¿Cuándo lo entenderás? Es inútil. Nadie vendrá.
   —¡¡Por favor!! ¡Te lo suplico! No le diré a nadie, ¡Por favor!
  —¡Cállate!—Gritó, soltando una fuerte y violenta bofetada a la pobre chica asustada. Quien cayó al suelo bruscamente, hiriéndose las piernas y las manos—Detesto a las mujeres que solo se hacen las fuertes.
   Astoria no pudo soportarlo más.
   Su mejilla dolía tanto y estaba aterrada. Sentía su salvación más lejos que nunca.
   —Prometo que no le diré a nadie—Gimió, temblando y con las lágrimas cayendo fríos al piso polvoriento.
   —Por supuesto que no le dirás a nadie.
   La tomó del cabello, obligándola enderezarse y así poderle tomarla de la cara. Mirando sus tiernos ojos verdes, dilatados del miedo.
   Era excitante, y las lágrimas que corrían por sus mejillas lo eran aún más. El miedo encarnado en sus gestos, era la más hermosa.
   —Por favor…
   —No te preocupes, en un momento estarás en las nubes—Apretó sus manos contra la boca de la castaña, haciendo que su boca se abriera a la fuerza y así, le hizo tragar la poción.
   Astoria resistió a uñas contra piel, pero estaba ahogándose. No podía respirar.
   Trató de empujar las manos de Darío, pero no pudo, y el líquido llegó hasta su garganta. Falló.
   Una vez que toda la poción fue digerida, Lambert la soltó, dejándola caer violentamente al suelo.
   —¿Qué era eso?
   —Algo para que no te salgas con la tuya.
   —¿Vas a hacerme daño?
   —Tranquila, princesa… Jamás lo haría.
   Volvió a la mesa, destruyó todo el material que había usado y se guardó los pergaminos. Dejando a la pobre chica tirada en el suelo, inconsciente y adolorida por sus raspones.
   No había tiempo que perder.
   Todo debía salir perfecto al plan.
   Arremango su toga y no pudo evitar soltar una cínica sonrisa al escuchar los quejidos de Astoria al despertar de nuevo.
   La poción ya había hecho efecto. Era hora de pasar al siguiente nivel.
   —¿Estas bien?
   —¿Por qué estoy aquí?
   —Te desmayaste y solo te deje descansar. No te preocupes, estas bien.
   —Oh, Darío… Eres tan tierno.

Hechizo ~ Draco Malfoy Donde viven las historias. Descúbrelo ahora