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CHARLI DAMELIO

Eran las seis de la tarde y ya habíamos terminado con la mudanza. Sólo me faltaba desempacar.

Al llegar a la nueva —y enorme— habitación lo primero que hice fue tirarme sobre la cama con mantas de seda. Era de no creer lo cómoda que era.

Cubrí mi rostro con mi antebrazo.

La voz de Chase me interrumpió.

—¿Te ayudo a desempacar? Veo que estás un poco cansada.

—Está bien. No verás nada más que ropa, nada que no fueras a ver en tu vida.

Me recosté boca abajo. Escuché abrirse el cierre de la maleta.

—¿Puedo preguntar algo?

—Claro —murmuré.

—¿Por qué traes tantas bases? Al parecer no son de tu color.

Mierda.

Me paré rápidamente de la cama, admirando las tres bases en sus manos.

—No te obligaré a contarme.

Me encogí de hombros.

—Tarde o temprano lo ibas a saber.

Y era verdad. No podía huir.

Rebusqué en mi cartera una toallita desmaquillante. Levanté una de las mangas de mi sudadera y la pasé por mi brazo. Chase miraba atento cada uno de mis movimientos.

Me sentía desnuda al ver su mirada fija en mis cicatrices.

Tomó con delicadeza mi brazo.

—¿Puedo? —asentí.

Llevó su boca a mis cortes, besando de manera lenta y cálida cada uno de ellos. Tragué duro.

—Fue producto de una relación tóxica —empecé a hablar, el nudo en mi garganta era persistente—. Fue hace dos años. Mi mente era más inestable aún, aunque no creo que se pueda esperar mucho de una cría de quince años. Creo que el hecho de que mi madre empezara a consumir cosas raras después del accidente de mi padre tampoco ayudó. Necesitaba apoyo.

>>Encontré un refugio en las autolesiones. Supongo que era mejor llorar por un dolor físico que por el emocional. Claro que no me trajo nada bueno. Me esforcé en salir a la superficie, por supuesto que Andrea me ayudó en el proceso. Hasta que finalmente superé mis miedos.

Nos quedamos en silencio un momento.

—Gracias —dijo, mirándome a los ojos.

—¿Gracias? —arrugo las cejas— ¿Por qué?

—Tuviste confianza en mí. Lo aprecio, de verdad.

—Gracias a ti por escucharme y no juzgar.

Me abrazó. Me permití soltar un par de lágrimas que limpié rápidamente.

Luego de un par de minutos de desempacar, habló.

—¿Sabías que tenemos piscina?

Lo miré, emocionada.

—¿De verdad? —asintió— ¡Quiero ir!

Me sonrió maliciosamente.

—¡La princesa lo ha pedido! —rápidamente me tomó en brazos. Me aferré a él, aterrada a caerme. Empezó a correr por los pasillos desolados del palacio.

—¡No me refería a ahora, Chase! ¡Ni siquiera traigo puesto un traje de baño!

—Dijiste que querías ir a la piscina, pues yo te llevo a ella.

Crown | Chase y CharliDonde viven las historias. Descúbrelo ahora