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Después de esa noche, la vida alegre que caracterizaba a la familia parecía haberse esfumado. Chris y Félix se dedicaban a la limpieza de la casa e incluso de cuidar a sus hermanos,  pues su padre parecía haber caído en un hoyo sin fondo, en una depresión de la que le costaba salir.

No habían ido a la escuela durante dos semanas, nadie salía de su cuarto más que los gemelos, que parecían no entender el problema aún y siempre  preguntaban cuando volvería papá Han o si había demasiada gente en el hospital como para que no regresará todavía, eso solo lograba romper el corazón de la familia más de lo que ya estaba.

Los últimos días, cada quien se bajaba a preparar el desayuno a la hora que querían, en especial Minho que nunca salía de su cuarto, solamente comía porque sus hijos le llevaban comida, si no fuera por eso, llevaría ya dos semanas sin comer.  Las mesas que antes estaban completas y llenas de risas, ahora estaban frías y apagadas.

Una noche, Chris estaba estudiando hasta tarde pues eso era lo que lo ayudaba a distraerse de todo lo que estaba pasando en la casa pero el hambre podía más, así que bajo a cenar.
Cuando llegó a la cocina, se encontró con Félix sentado en una mesa mientras veía a la nada.

- ¿Me puedo sentar aquí?- pregunto Chris mientras señalaba un asiento desocupado a lado de Félix.

-Si claro, porque no- le contesto mientras arrimaba su asiento y asi Chris entrara bien en la mesa.

-¿Que comes?- fue lo único que pregunto después de varios minutos en silencio. Se sentía tan raro hablar nuevamente con alguien, se sentía ajeno.

-Un pan con mantequilla, es lo único que encontré en el refrigerador- dijo mientras le sonreía pues su desayuno traía realmente poca mantequilla y el bolillo estaba algo tieso.

Después de eso ambos rieron, fue una risa extremadamente corta y acompañada de un suspiro al final de ella, pero a ambos les ayudo aligerar el ambiente y los pensamientos que tenían atrapados.

-¿Cómo sigue papá?- preguntó Félix con duda en sus palabras pues no sabía si era lo correcto preguntar ya que Chris era el que se encargaba de los cuidados del mayor, le servía el desayuno, lo animaba a levantarse, le tendía su cama e incluso lo bañaba, por lo cual sabía mejor que nadie el sufrimiento de Minho

-Ya se queda parado mientras hago la cama, así que creo que vamos progresando- respondió Chris con una media sonrisa triste.

Después, Félix ya no quiso seguir preguntando más pues sabía que ambos aún seguían sufriendo y era mejor que hablarán de otra cosa para no deprimirse.
Y así lo hicieron, estuvieron hablando de muchas cosas y a la vez de nada, hasta que amaneció y ambos se acostaron en el sofá para quedar dormidos.

Luego de una semana de esa noche donde parecía que volvían un poco al pasado, Chris y Félix habían decidido que lo mejor era comenzar a vivir sus vidas como antes eran, pues el deprimirse todo el día no les llevaba a nada bueno.
Así comenzaron a llevar su vida como normalmente lo hacían.

Aún con esto, parecía que las rutinas llenas de amor y risas ocurrieron hace años. Ahora Chris era quien levantaba a los gemelos en la mañana, los vestía y peinaba para bajar y preparar el desayuno, no sabia cocinar rico ni nada, pues siempre se había dedicado a estudiar, pero aveces ayudaba a su padre los fines de semana y es así como lo intentaba.
Félix había dejado también su rutina nocturna de prácticas en la noche pues no se sentía de ánimos de hacerlo, pero otra razón principal era para ayudar a su hermano mayor, así que se acoplaron de modo que mientras Chris vestía a los gemelos, Félix preparaba el desayuno o viceversa. Luego ellos se apuraban a vestirse  y alistarse para la escuela pues ahora debían salir más temprano de lo normal, ya que pasaban a dejar a los gemelos a la primaria y luego ellos de dirigían a sus clases.
Incluso tuvieron que pedir permiso a la escuela para que les permitieran salir más temprano y así pudieran recojer a los gemelos a buena hora.
Minho por fin parecía estar saliendo del hoyo en el que se encontraba, ya que cuando los cuatro niños llegaban de la escuela aveces lo veían en la cocina. No preparaba grandes comidas como acostumbraba, pero el hecho de verlo ya en un lugar fuera de su cuarto, era un gran avance.

Esta rutina no duró mucho, pues las vacaciones de diciembre llegaron más rápido de lo que esperaban y ellos agradecieron infinitamente por esto.

Cuando por fin salieron de vacaciones,  fueron las más aburridas de sus vidas pues cada quien se levantaba a la hora que quería, se desayunaba lo que se encontrara y el resto del día se encerraban en su cuarto.
Pero al rededor de dos semanas después, los hermanos mayores ya se encontraban de mejor ánimo y los gemelos seguían siendo los mismos niños felices que tanto adoraba el vecindario, claro que aún seguía el sentimiento de perdida que hacía llorar a los niños mayores algunas (todas) las noches en sus cuartos, pero ahora reían un poco más, se apoyaban más.

Un día, los gemelos tenían ganas de ver una película, así que básicamente arrastraron a Félix y Chris hacia la sala para que la vieran junto a ellos.
Cuando iban a mitad de la película, vieron que su papá buscaba algo en un mueble cercano a la televisión.

-Necesitas ayuda papá?- preguntó Chris mientras se paraba y se dirigía a su lado.

-¿Dónde dejamos los sobres para cartas?- le contesto sin verlo, pues parecía estar muy interesado en la búsqueda

-Creo que están en el cajón de materiales para la escuela papá- contesto Felix desde el sillón.

Minho se dirigió al lugar que había mencionado Félix y efectivamente encontró el sobre, lo levantó victorioso y agradeció el apoyo rápidamente antes de salir de la sala.

Desde ese día era común ver a Minho escribir cartas y cartas, en el  día, tarde o noche. Los niños no sabían a quien se las escribía, pues cuando le preguntaban él solo decía que no era importante o que luego les diría.


Habían pasado ya tres semanas de vacaciones y Chris consiguió un trabajo de medio tiempo con el cual ayudaba de gran manera a la economía de la familia, pues Minho había dejado de asistir a su trabajo por estar más interesado en escribir las cartas o esperar en la ventana que viniera el cartero con la respuesta de alguna de ellas. Lo cual estaba llevando a la familia a una gran perdida económica, sumada a las deudas que había dejado Han, el funeral de éste, las colegiaturas, la comida, el agua, la luz... en fin gastos indispensables del día a día.

Chris daba todo de si por conseguir un trabajo estable, pero al solo tener 16 años no le ofrecían empleos en gran tiempo y Félix no podía buscar empleo pues el se encargaba de cuidar a los gemelos que cada vez eran más desatendidos por su padre. Intentaban de todas las maneras posibles volver a su antigua vida, pero no lograban.

Hasta que llegó ese día, el día que todo cambió, el  día que el cartero tocó a su puerta con una respuesta a las cientas de cartas que Minho había enviado, el día que creyeron que su vida mejoraría.

Oh, que equivocados estaban.




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