El pánico fundía el lugar. El pánico carcomía a la gente. «¿Quién era el asesino?» y «¿Por qué cree que tiene derecho a juzgar y arrebatar vidas?». Eran preguntas que había escuchado estos meses por parte de personas que no sabían que yo estaba ahí. A sus lados. Intentando ocultar una sonrisa delatadora que daría mucho de qué hablar. Era impresionante la hipocresía de la sociedad y divertido el hecho de que a veces, se soltaran verdades espontáneas y mentiras patéticas. Por suerte para todos, o bueno, para algunos; yo solo iba por aquellos que se atrevían a cumplir con fachadas abusivas, y claro, criticar mi porvenir.