Kagome había llegado a su primer día en la universidad con sus ilusiones en la mano, siempre sosteniendo el sueño de que ella e Inuyasha se casarían, como alguna vez de niños juraron. Por eso verlo besando a Kikyo, una hermosa y atractiva chica, la desmoronó por dentro. Inuyasha se encargaría de humillarla más, incluso sin saberlo, al asegurar que Kagome no despertaba en él nada que una mujer en un hombre debiera despertar, pues para él, ella sólo era una virginal chica, o alguien... como una inocente hermana.
Fue entonces que ella, con su orgullo y el corazón roto en la mano, decidió que eso debía cambiar.
Bankotsu estaba molesto y frustrado y sólo pretendía desquitarse de Inuyasha, al haberle éste quitado un par de cosas que no quería perder. Encontrarse con Kagome había sido su golpe de suerte, porque él, a diferencia de ella, sabía la verdad... Kagome era el amor puro y limpio que Inuyasha se negaba a tocar.
Jugar siempre había sido fácil, y ella lo haría ganar.
Bankotsu ofreció a Kagome un trato. Él podría ayudarla a verse más deseable para Inuyasha, él le quitaría lo aburrida o lo niña que él dijo que era, le daría el roce con los hombres que ella, como la patética chica que lucía, debía no tener.
Él le entregaría a Inuyasha, a cambio, quería una vez su cuerpo.
Bankotsu se aseguraría de robarle al Taisho aquello que tanto cuidaba, la castidad de esa azabache, disfrutaría de robarle algo que nunca podría recuperar, aunque para eso, tuviera que lidiar con la aburrida chica.
Kagome pronto se vería en la disyuntiva de su vida, aceptar el trato y quedarse con Inuyasha, o respetar sus valores y perderlo para siempre.
La decisión fue difícil de tomar, pero ambos jóvenes aceptarían jugar un mismo juego, cada uno por sus propias razones y los dos... por las razones equivocadas.
Pero pasarían por alto que no se puede jugar con fuego sin salir quemados, y el despertar sexual de Kagome amenazaba con unirlos más deAll Rights Reserved