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- Que suerte poder montar como un chico. – se quejó Diana a ver a Belle, el caballo de Anne, esperándolas fuera cuando terminaron las clases. – Detesto tener que montar a mujeriegas.

- Hasta mañana, Diana. – se les acercó a las tres Moody junto a Charlie.

- Vaya caballo. – dijo el otro chico. _______ se giró y tosió para disimular su risa; sus dos amigos, definitivamente, no sabían lanzar piropos.

- Si quieres debes hacerlo. – le dijo Anne a Diana, cuando Spurgeon y Sloane se fueron. – Es tu vida, ¿verdad?

- Bueno, chicas, nos vemos mañana.

- Adiós, _______. – se despidieron sus dos amigas, que volverían a caballo para que Diana pudiese experimentar como era por primera vez.

_______ comenzó a volver a su hogar mientras tarareaba varias canciones. Se hubiese vuelto con Lizzie; pero su hermana, después de las clases, iba a su lugar escondido para encontrarse con Prissy. Ya en su casa, estuvo haciendo los deberes que la Srta. Stacy les había mandado para el día siguiente, bordó en un pañuelo las iniciales de Jerry para regalárselo un día, leyó la carta que Stanley le había enviado y le escribió una de vuelta:

Mi querido Stan,

Que alegría que digas eso, notó en tus cartas tus ansias de viajar; cosa que me alegran el día. Por aquí en Avonlea no hay nada nuevo; clases, paseos, y varias jugadas de ajedrez. Cuando nos veamos jugaremos varias y te ganaré; me estoy volviendo una experta.

Ya cada vez queda menos para la feria del pueblo; mamá y yo haremos unos macarons franceses que estarán riquísimos. Me entristece que tengas tus exámenes esa semana y te sea imposible venir; hablar por cartas está bien, pero echo de menos tus rizos y escuchar tu voz. Espero que puedas venir cuanto antes a Avonlea para enseñarte todas las maravillas que oculta.

Te quiere,

Tú grandísima amiga, ________ Laurence March.

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Pero hoy no nos centraremos tanto en nuestra morena americana; sino en el chico francés y como los celos por las amistades pueden arruinarlo todo en unos segundos.

Diana Barry había acompañado a una sirvienta de su casa a comprar; no soportaba más estar con su familia encerrada. Habían ido a la carnicería; pero esta se encontraba cerrada, por lo que fueron a la siguiente tienda. Esta se encontraba en una, podríamos decir, pequeña aldea.

- Una cabaña en el bosque. – sonrió la pelinegra – Qué encanto. ¿Seguro que podemos venir aquí?

- He venido donde los acadianos muchas veces cuando su tienda estaba cerrada. – le respondió su acompañante – No les importa.

De pronto, un perro grande un negro salió corriendo a darle la bienvenida a las dos muchachas. Diana, muy asustada, intentó salir corriendo; pero se tropezó y creyó haberse doblado el tobillo.

- ¡Diana! – exclamó la sirvienta – Lo siento mucho. ¡Debí haberle advertido sobre el perro!

- ¿Diana? ¿Qué haces tú aquí?

- ¿Jerry? – preguntó la del vestido azul.

- Lo siento, Bombón es demasiado cariñoso. – salió Jean Baynard, el padre de Jerry.

- Querida niña, ¿estás herida? – preguntó Lisette, la madre de Jerry, con su característico acento francés. El hermano mayor de Jerry, Alexandre, se acercó a ayudar a su hermano a levantar a la chica. Alexandre se agachó y tocó delicadamente el tobillo de Diana y se giró hacia sus padres.

- S'est foulé la cheville. (Se ha torcido el tobillo) – dijo el hermano mayor.

- Il est tard. S'elle ne peut pas marcher, elle passera la nuit ici. (Es tarde. Si no puede andar, pasará la noche aquí.) – digo el padre de Jerry - Quelqu'un d'autre convient-il? (¿Cabe alguien más?)

- Bien sûr, laissez-le rester. (Claro, que se quede) – respondió Lisette.

- Tienen razón, debería quedarme. – dijo Diana mirando a la sirvienta.

- Tu madre me cortará la cabeza. – le respondió ella.

- Creo que se enfadaría mucho más si me quedasen secuelas de la torcedura por la caminata.

- ¿Puedes andar, cielo? – preguntó Lisette a Diana. Ella disimuló que apenas podía caminar para poder quedarse y tener una nueva experiencia fuera de su casa; consiguiéndolo. – Ay, no, no. Te quedas con nosotros. ¿Podrías avisar a su familia?

- Eh... si, claro.

Los minutos habían pasado y la noche había caído. Los Baynard, acompañados de Diana Barry, estaban sentados cenando en la más incómoda de sus cenas.

- Doit-on se taire et s'ennuyer parce que l'élégante princesse nous rend visite? (¿Tenemos que estar callados y aburridos porque nos visita la princesa elegante?) – se quejó una de las hermanas pequeñas de Jerry, Alice.

- _______ était plus amusante. (_______ era mucho más divertida) – se quejó esta vez Ella Baynard.

- Et aussi plus belle. (Y también más guapa) – añadió el más pequeño de la casa, Charlie.

- C'était une princesse. Elle nous a raconté des histoires et nous a chanté des chansons. (Ella sí era una princesa. Nos contaba cuentos y nos cantaba canciones.) – se volvieron a quejar a su padre los más pequeños de la casa.

Diana, al entender perfectamente el francés, noto como algo "malvado" comenzó a dominarla y ella se dejó dominar. Sentía celos hacia su amiga; estaba tan acostumbrada a que la elogiada fuese ella que no quería que fuese de otra forma. Diana fijó su mirada en Jerry y notó como él se sonrojo y sonrió como un idiota cuando empezaron a hablar de _______. Rápidamente, ató los cabos y se dio cuenta de que _______ y Jerry se gustaban. Los celos la volvieron a carcomer por dentro; _______ Laurence March había conseguido un amor correspondido antes que ella. No lo soportó más y, llena de celos, cogió un trozo de pan, lo mojó en la sopa y se lo comió. Tras eso, le dijo a Lisette que esa había sido una de las mejores cenas que jamás había tenido. Poco a poco, los hermanos de Jerry empezaron a soltarse un poco más, hablando de cómo les había ido el día. Diana se rió falsamente, aunque nadie lo notó, cuando los demás hermanos también reían; intentando cambiar las ideas de los más pequeños acerca de quién era mejor: _______ o ella, aunque ellos siguieron apoyando a la americana.

Cuando terminaron de cenar y tras varias súplicas, todos los hermanos comenzaron a cantar y bailar antes de acostarse. Diana se levantó y sacó a Jerry a bailar con ella; el chico se asombró un poco, pero, como buen caballero que era, bailó con al pelinegra. Mientras bailaban, Jerry se dio cuenta de que Diana tenía ya bien el tobillo.

- Tienes mucho mejor el tobillo. – dijo el francés. Diana paró y lo sacó de la pista para contarle la verdad acerca de este.

- Mi tobillo nunca ha estado muy mal.

- ¿Nos engañaste?

- Así es. A fin de experimentar algo muy importante para mí.

- ¿Y qué es?

- La libertad. – dijo ella sonriente acercándose un poco más al chico, acariciando una de sus manos. De pronto, la puerta se abrió de golpe, dando paso a los Barry y haciendo que la pelinegra se separase de su objetivo.

- ¡Diana! – exclamó la Sra. Barry

Minutos más tardes, todos salían fuera de la cabaña para acompañar a Diana y a sus padres al carruaje. La chica, mosqueada porque su primer movimiento no había salido del todo bien, se olvidó que tenía que cojear para que su mentira siguiese adelante hasta que Jerry se lo señalo y volvió a cojear. Ya en subida en el carruaje, estuvo asomada a la ventana con una sonrisa coqueta hacia Jerry.

Su plan no había más que comenzado.

𝐋𝐈𝐓𝐓𝐋𝐄 𝐖𝐎𝐌𝐀𝐍 - 𝐉.𝐁𝐀𝐘𝐍𝐀𝐑𝐃Donde viven las historias. Descúbrelo ahora