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Un rayo de sol atraviesa la ventana me da justo en la maldita cara y me remuevo buscando evadirlo. Siento a Kat al otro lado de la cama y perezoso me acurruco contra su espalda. Ella suspira adormilada y se acomoda mejor, haciéndome gruñir. Nuestras piernas se encuentran e instintivamente se enredan a la vez que mi mano se pierde bajo la sábana buscando posesivo su cadera. Oculto mi cara en el espacio entre su cuello y hombro, aspirando su dulce aroma.

Automáticamente dejo un beso en nuca y sonrío contra su piel cuando a ella le recorre un leve temblor. Sigo sin abrir los ojos, probablemente ella tampoco lo haya hecho, pero cuando toma la mano que se ancla en su cadera y la lleva muy cerca de su feminidad, se que estamos lo suficientemente despiertos para esto.

Beso su cuello y hombro. Kat lleva su mano a mi cabello y lo acaricia con suavidad a la vez que termina de acoplarse a mí. Mi mano recorre la piel de su estomago hasta llegar a su pecho, donde perezosamente juego con uno de sus senos, haciéndola gemir. Me parece que dice mi nombre y después algo más cuando vuelvo a bajar hasta llegar a su entrada.

Deslizo dos dedos y ella jadea, la perfecta y equilibrada combinación entre dolor y placer. Bombeo dentro de ella un par de veces y la suelto. Kat se queja y tira de mi cabello. Yo vuelvo a besar su espalda con parsimonia, sin prisa.

—Harry—me llama con voz adormilada.

Entonces gira, de modo que quedamos frente a frente y después debajo de mi cuerpo. Indago y nuestras bocas se encuentran. Solo nos estamos saboreando, explorando, disfrutando que el otro esté ahí en esta inmensa cama. Mueve sus labios. Nos fundimos en un beso largo y abrazador.

Como imanes nuestras caderas se encuentran y los dos nos dejamos arrastrar por la necesidad de estar unido al otro que por tanto tiempo nos ha devorado. Esta es la recompensa, el increíble momento donde se acaba la espera.

Entro en ella. La embisto despacio, profundo, plácido. Kat deja caer la mano que tenía sobre mi cabello y por primera vez abro los ojos para verla. Su cara sonrojada contra la almohada, desinhibida, entregándose completa.

Acaricia mi abdomen y sus dedos se deleitan en los resultados que las horas en el gimnasio han hecho en mí. Se aventura hacia abajo y entrelazo sus manos hambrientas con una de las mías y las deslizo por la cama hasta acomodarlas por encima de su cabeza.

Beso su cuello y ella enreda sus piernas en mi cadera, animándome a llegar más allá del límite.

Todo es tan deliciosamente lento y profundo, como si nos hubiésemos encontrado dentro de un sueño.

Kat gime más fuerte y alza sus caderas. Volvemos a besarnos. La embisto con más fuerza. Nuestras respiraciones se entremezclan y muerde mi labio con ansias. Siento su cuerpo tensarse bajo mi peso y después temblar mientras se viene clamando mi nombre. Yo sigo moviéndome más rápido, alargando su orgasmo hasta que yo mismo quedo derretido y abrumado entre sus propias sábanas.

Dejo caerme a su lado jadeando por aire, perdido y completamente conquistado. Me toma un momento regresar a mí y volver a abrir los ojos.

Kat gira sobre su costado hasta acomodarse en mi pecho y yo busco sostenerla en la cintura. Deja un tierno beso en mi plexo solar y después me mira con una sonrisa bailando en la comisura de los labios.

Tiene el aspecto perfecto: adormilada y recién follada. Nunca se ha visto más bonita.

—En fin, buenos días—le saludo en tono burlón. Kat suelta una risita tímida y se esconde en el hueco entre mi cuello y hombro.

Giro nuestros cuerpos para que queden frente a frente.

No decimos nada por un rato, simplemente nos dedicamos a observarnos sin reservas. Kat acaricia mi rostro como si lo estuviera memorizando para esculpir una réplica después, mientras que yo trazo figuras aleatorias en su espalda con la punta de mis dedos.

Compass, Vol. 2 [HS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora