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La llevo a que deje sus cosas en el apartamento de Georgia.

Corrección: el apartamento de Georgia y Becca.

Porque ahora van más serio que nunca, cosa que me alegra.

Becca la ha reclamado esta noche y como tengo un millón de tareas atrasadas de la universidad no me molesta, aunque me jode un poco no poder pasar la noche con Kat.

―Dios, no sabes cuánto te he extrañado―le dice su mejor amiga mientras la abraza con fuerza. Unas lágrimas se le escaparon antes, cuando la vio entrar caminando.

Georgia me saluda con una sonrisa y también me abraza.

―Vengan, estoy preparando mimosas.

El apartamento está casi igual a cómo lo recordaba, pero ahora hay más cosas. Cosas de Becca.

Nos sentamos en la barra de la cocina y escucho distraído toda la travesía con la mudanza. Georgia y Becca le cuentan a Kat el grito al cielo que han puesto los padres de ambas al enterarse de lo que estaban haciendo, pero por fin están en ese punto donde no les importa demasiado lo que piensen.

Es un tanto extraño, de la buena manera, verlas desenvolverse juntas. No son como Kat y yo, que si no tengo un brazo sobre sus hombros ella tiene los suyos abrazados a mi torso. Ellas se tocan con delicadeza, efusivamente. Se acomodan una a la otra el cabello, o alguna prenda de la ropa. Georgia juguetea solazada con los anillos de Becca mientras esta habla y Bec deja correr sus dedos por las pulseras de su novia cuando está distraída.

Las dos son sarcásticas, ácidas y tienen ese mismo aire rebelde, pero se vuelven como niñas pequeñas cuando se miran a los ojos o comparten alguna risa.

Cuando Georgia y Kat empiezan a hablar de las fotografías galardonadas en la pared me voy a sentar en el sofá de la sala. Pensar que la última vez que estuve aquí estaba medio muriendo, solo y completamente arruinado, creyendo que valía menos que la basura bajo mis zapatos. Ahora tengo una copa en mi mano, escuchando la risa de la chica que amo mientras me reúno con buenas amigas, tranquilo y a gusto.

Han pasado muchas cosas, demasiadas, en realidad. A veces me cuesta creer que haya conseguido salir de ese agujero del infierno en el que estaba y que esté aquí, después de todo.

Me gusta mucho estar aquí, incluso después de todo.

Becca viene a sentarse en el sillón frente a mí, aunque tiene la vista concentrado en su teléfono.

—Oye, Bec—la llamo y arruga apenas el ceño cuando me da su atención, percibiendo en mi sonrisa que tengo intenciones de fastidiarla—. Espero que no haya resentimientos entre los dos.

—¿De qué demonios estás hablando?

―Bueno, ya sabes. Una vez casi me acosté con tu novia―le digo.

Pero Becca es buena y no flaquea. Sin tropezar responde:

―Qué curioso, una vez casi me acosté con la tuya.

Inmediatamente escupo la mimosa que estaba a punto de tragar.

Georgia y Kat nos ven desde la isla de la cocina extrañadas, pero la risa de Becca les desalienta a creer que me pasa algo serio y continúan sumidas en su conversación.

―Estoy bromeando, estoy bromeando―repite Becca una y otra vez mientras intenta controlar su ataque de risa y yo mi ataque de tos―. Dios, debiste haber visto tu cara.

—Muy graciosa—comento sin humor y me limpio la barbilla.

En eso un gato gordo aparece por el pasillo que conduce a la alcoba y maúlla su entrada. Mis ojos vuelan a Kat, que ya está extendiendo los brazos en su dirección para cogerlo.

Compass, Vol. 2 [HS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora