15

2.2K 206 92
                                    

Me despierto en el hospital.

Y me asusto como el infierno.

Me siento de golpe sobre la camilla en la que estoy y es como si me hubieran golpeado con un martillo en la sien de la cabeza. La visión se me oscurece y oh dios, ¿acaso me estoy muriendo?

―Shh, Harry, tienes que quedarte quieto.

Kat. Está aquí. Cuando recupero la vista –parcialmente, aun veo todo con puntos rojos y morados- la veo, tan cerca como le permite su silla a mi cama. Me alcanza con sus manos y sostiene mi brazo derecho con delicadeza.

―Recuéstate, vamos―me empuja hacia abajo y yo me dejo, demasiado confuso para entender nada.

―¿Qué...ugh, mierda―apoyo la cabeza de nuevo en la almohada y otra ola de dolor intenso me asalta―...qué pasó?

―Tuviste un accidente en el auto, alguien te chocó―me explica. Suelto un gruñido, recordando vagamente cómo la camioneta se apagó a mitad de la carretera―. No te preocupes, no te pasó nada grave. Sólo tienes una ligera contusión y la ceja rota por culpa del golpe. Te cogieron siete puntos.

Me llevo la mano a la frente y, evidentemente, siento una venda adherida en la frente, del lado izquierdo.

Me duele todo el cuerpo, como si, bueno, me hubiese arrollado un auto. La cabeza es la verdadera tortura, siento pinchazos en los ojos y la nuca. Ya sé que Kat dijo que era leve...pero esto se siente como el infierno.

―Al otro conductor no le pasó nada tampoco―agrega―, por si te interesa saber.

Que le den al otro conductor.

―¿Qué hay de mi camioneta?

Kat arruga la cara, y eso nunca es buena señal.

―Lo importante es que tú estás bien.

―¿Tan malo fue?

―Matt se está encargando, ya hablarás con él cuando regrese.

En ese momento una de las cortinas azul que nos rodean se abre y una enfermera me sonríe en lo que se acerca.

―Ah, ya despertó, señor Styles―Señor. Caramba, creo que es la primera vez que alguien me llama así―. Justo a tiempo.

Me explica lo que ya Kat me dijo, con unos cuantos más tecnicismos que no me molesto en escuchar. Como no tengo nada serio, no necesitan enviarme a una habitación, pero quieren tenerme en observación por el resto de la tarde, solo para estar seguros.

Y como regalo personal, me suministran un coctel de sedantes para mitigar un poco el dolor. La enfermera se va y vuelve a cerrar las cortinas.

Giro la cabeza para ver a Kat. Lleva la misma ropa que cuando la dejé más temprano: un gran suéter tejido de color amarillo, o más bien mostaza, que debe arremangarse en las muñecas y unas medias negras que le llegan justo sobre las rodillas. A Kat le gusta vestirse de acuerdo a los colores de a las estaciones, o eso dice. El otoño ha comenzado, y las hojas que caen de los árboles se parecen a ella.

Le hice mucho daño esta mañana.

―Kathy.

Ella niega y me regala una sonrisa triste. Me parece que está pensando en lo mismo que yo.

―Tienes que descansar―dice con suavidad―, duerme un rato. Yo me quedaré aquí.

Ahora el que niego soy yo. Empiezo a sentir cómo la morfina viaja por mi organismo, sedándome poco a poco. Pero no me dejo ir, porque quiero seguir viéndola.

Compass, Vol. 2 [HS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora