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Paso el resto de la semana con el corazón en la garganta. Dulce Niño Jesús, ¿algún día tendré un día en que no sienta que estoy perdiendo la cabeza? Según Becca, todo está bien con Kat, pero si eso es cierto, ¿de qué querría Theodore hablar conmigo?

Ojalá que no vaya a ofrecerme otro auto, espero que ya hayamos superado eso.

De cualquier forma, el viernes después de clases le pido prestado el coche a Louis a quien, por cierto, le pedí una dramática y elaborada disculpa por los últimos tres años de gilipollez monumental.

—No pasa nada, hermano—me dijo—, pero si vuelves a vomitar en mi piso voy a hacer que lo limpies con la lengua.

Con Niall también me disculpé, aunque su reacción fue mucho más graciosa:

—Ay, tío, no me digas que te estás muriendo—me miró muy preocupado—. ¿Te contagiaste cáncer o algo así?

—¿Que si me conta-? —lo miré fijamente y sacudí la cabeza, derrotado—. De verdad que me cuesta ser buena persona contigo.

Habiendo encaminado las cosas con ellos tomo el auto de Louis y me voy disparado a la carretera. Me esperan al menos cuatro horas de viaje, así que conecto el móvil a la radio e intento relajarme.

Claro que eso se esfuma cuando Matt me llama.

—Hey, hombre hermoso, mamá pregunta que si quieres comida china o italiana para cenar.

—Primero: nunca en tu vida vuelvas a llamarme hombre hermoso—lo escucho reír al otro lado de la línea—, y dos: dejé una nota en la habitación explicándote que no iré a cenar, estoy camino a la casa de Kat.

Ah, ¿hablas del papel que utilicé para limpiarme el culo? No lo leí —esta vez me río yo—. Así que a la casa de Kat, ¿eh?

—No es lo que piensas. En realidad fue su abuelo el que me invitó, quiere discutir algo conmigo.

—Oh-oh. Eso no suena bien. ¿Acaso la dejaste embarazada?

—Por Dios, no. Claro que no.

—¿Cómo es que estás tan seguro? Los condones no siempre funcionan, ahí está mi sobrino.

—Eres una verdadera peste—me río—. Tengo que colgar, estoy conduciendo.

—Vale, iré preparando una cuna. Espero que le pongas mi nombre.

Después de maldecirlo una vez más cuelgo y esta vez apago el teléfono. El viaje es eterno y cuando por fin llego estoy destruido y cansado y jodidamente nervioso.

Enciendo el móvil y veo que son apenas voy retrasado por un par de minutos. Estaciono frente a la gigantesca casa y me lanzo el abrigo antes de salir del coche. Es como estar en la punta del Everest.

Me como una menta y acomodo el cabello como puedo, aunque ahora que está corto no hay mucho que hacer al respecto.

Respiro tres veces antes de animarme a tocar la puerta.

Para mi sorpresa, es Kat quien abre.

A ver, que obviamente sabía que me la iba a encontrar, pero no creí que ella me recibiría. Estaba listo para estrechar la mano de Theodore, subir a su despacho y luego encontrármela a ella de camino a la salida.

Pero aquí está y no sé en dónde poner mis manos.

—Hola—digo.

—Harry—se le ve más sorprendida que a mí—. ¿Qué estás...? —sacude la cabeza y mueve su silla a un lado—, por favor, pasa.

Compass, Vol. 2 [HS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora