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Está pasando. Estoy segura.

Oh, Dios, duele como el infierno.

Y luego ya no.

Me tomo un minuto para respirar.

Mis manos apoyadas sobre el lavabo, veo mi reflejo en el espejo.

Sonrío.

Salgo del baño y voy hasta la cama. Harry está de espaldas, con la cara enterrada en la almohada que acabo de desocupar. El reloj marca las 4:10am, aun tiene un par de horas de sueño por delante antes de que suene el despertador.

—Harry—sacudo su hombro—. Harry, despierta.

Acaricio su cabello y todo lo que obtengo es un murmullo adormilado. Ruedo los ojos y vuelvo a sacudirlo, esta vez con más fuerza—. Despierta, vamos.

—Mhm, ¿Cuál es tú problema? —se queja.

—Creo que es hora.

Cinco segundos, y entonces se sienta de golpe en la cama.

—¿Estás...estás segura?

Asiento—. Eso creo, sí.

—¿Estás segura segura? Porque ya hemos ido dos veces y...

Como si quisiera callarle la boca, una contracción me ataca en ese momento.

—Ay, joder—se levanta con prisa mientras yo apoyo ambas manos contra la cabecera de la cama y me inclino hacia adelante—. Mierda.

Cierro los ojos y hago lo mejor que puedo para soportarlo. Lo escucho lanzar un par de maldiciones mientras se acerca a mi.

—¿Te duele mucho? Ay. Dios. ¿Qué hago? ¿Qué quieres que...?

—Silencio—siento al mismísimo diablo bailar sobre mi vientre y me muerdo el labio para no gritar—. Necesito que te calles.

—Uh, vale.

Un momento después, estoy bien.

Me enderezo y tomo una respiración. Harry está con sus manos puestas hacia mi pero sin tocarme, de algún modo atento a si necesito que me sostenga pero suficientemente atemorizado para no intentarlo.

Le sonrío.

—Vamos, hay que apresurarnos.

Por mucho que intentamos prevenir el caos, fallamos. Harry enciende la luz de la alcoba y voy al closet a cambiarme el pijama. El bolso que hemos preparado semanas antes se cae de la repisa cuando intento alcanzarlo y aterriza sobre mis pies.

—Ah, carajo—se queja Harry. Intento inclinarme para levantarlo pero él ya está gritando—. ¡Yo lo tengo! ¡Lo tengo!

Se mueve acelerado por toda la habitación. Buscando un par de jeans, cepillándose los dientes al mismo tiempo en que se calza los zapatos, preguntándome cada dos segundos si estoy bien.

Cuando Sylvester empieza a aullar afuera de la puerta, le dejo entrar.

—Abajo, abajo—entre risas intento detener sus saltos alborotados sobre mi. Sabe que algo ocurre, está tan acelerado como Harry—. Venga, quédate quieto, no pasa nada.

Me siento en la cama para atarme las agujetas de mis tenis blancas y el perro se sube conmigo. Aterriza su gran cabezota sobre mi regazo.

—Dios mío, ese perro se va a comer a nuestro bebé.

Atrapo su cara entre mis manos y me acerco a él. Su cola se mueve descontroladamente y pongo una voz tonta para jugar con él—¿Quién va a comerse a nuestro bebé? ¿Quién va a comerse a nuestro bebé? Tú vas a comerte a nuestro bebé.

Compass, Vol. 2 [HS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora