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Creo que llevo durmiendo apenas quince minutos cuando el alarmante ruido de mi teléfono vibrando bajo mi almohada me despierta de golpe.

Verán, las llamadas a mitad de la madrugada nunca traen nada bueno.

Si alguien tiene algo bueno que decirte esperará hasta que despiertes. Nada que no pueda esperar hasta la mañana puede ser bueno.

Por eso cuando leo el nombre del oficial Grason, con un respingo contesto de inmediato.

Mi primer pensamiento es que algo pasó con Chris, pero él dice:

—Creí que habíamos acordado no más problemas.

—Eh, ¿De qué hablas?

Me siento en la cama y me sacudo el sueño de los ojos.

—Hablo del chico al que le rompiste la nariz, hijo, ¿algo que quieras decir al respecto?

Ah, mierda.

—Interpretaré tu silencio como un reconocimiento a tu propia estupidez.

—¿Cómo es que te enteraste de...?

—Te mantuve en seguimiento, solo en caso de necesitaras mi ayuda ¿y qué crees? Necesitas mi ayuda.

—¿Puede esperar hasta mañana? Tuve una noche de mierda y necesito dormir.

—En veinte minutos te quiero en mi oficina.

—¿Qué? no, ni lo sueñes—niego y me vuelvo a recostar en la cama. Tengo demasiado sueño.

—Si en veinte minutos no estás aquí voy a enviar una patrulla a recoger tu trasero.

—Estoy seguro de que eso es abuso de poder.

—Tal vez. Tal vez solo quiero molestarte un poco.

Me quejo y murmuro una maldición. Él vuelve a repetirme que me verá en menos de media hora y cuelga. Joder, qué puta tortura tener que levantarme tan rápido. Y, ¿cómo eso de que me tiene monitoreado? ¿Para qué coño me necesita en su oficina tan temprano?

¿Acaso va a arrestarme? No, no creo. No me llamaría si fuera a arrestarme ¿cierto? Además, lo único que hice fue darle unos cuantos golpes a un estúpido hijo de puta, me he sacudido de cosas más graves que una nariz rota.

Con todo esto en mente me bajo de un salto. Tomo los mismos pantalones que me quité hace un rato y maldigo a Grason por milésima vez. Ver a Matt dormir plácidamente me encabrona un poco más y para cuando salgo de la casa vuelvo a estar con un humor de perros.

Me toma mucho más del tiempo impuesto. A la camioneta le toma un buen rato arrancar y tengo que maniobrar en la carretera para que no se apague a mitad del camino. Creo que es buena señal que cuando entro nadie corre a esposarme.

Así que llego hasta su oficina y nadie me detiene en el camino. Grason aparta su mirada del computador en su escritorio y me hace señas para que tome asiento mientras se recuesta del espaldar de su silla.

—Y yo que creí que te enderezarías después de todo lo que pasó.

No digo nada. No quiero hablar.

—Imaginarás mi sorpresa cuando me llamaron de la estación local para decirme que alguien registró una denuncia contra ti por agresión.

Él espera a que yo responda y cuando no lo hago, suspira frustrado.

—¿No entiendes lo que estoy diciendo? Agresión—repite—, y los dos sabemos que no es la primera vez que pasa. No quiero recordarte que en tu expediente ya tienes una orden de alejamiento.

Compass, Vol. 2 [HS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora