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Entre el abuelo de Kat y los doctores decidieron que lo mejor era que utilizara una silla de ruedas normal. A pesar de que económicamente podían permitirse la más lujosa y renovada de las sillas automáticas, no querían que se acostumbrara a la comodidad de un motor. Creían que serviría de incentivo para ella el no sentirse completamente cómoda en su nueva situación, que la ayudaría a luchar más por volver a caminar.

Yo nunca estuve de acuerdo con eso. Kat necesita estar tan cómoda como se pueda. Eso era todo.

Y no tenía sentido. ¿Por qué el hombre que hizo que cinco cursos cambiaran de salón para que su nieta no tuviera que usar las escaleras no podía comprarle un silla menos odiosa de la que tiene ahora?

Si yo pudiera pagarlo le compraría una de esas mierdas que se controlan con una pantallita táctil.

Pero no puedo, y aquí estamos.

―¿Estás segura de que quieres hacer esto?

Ella no dice nada, pero me da una sonrisa con todos los dientes mientras extiende su mano a mí. Suspiro derrotado y le paso los sobres con pegatinas que hizo que le comprara de camino al dormitorio.

―Si las personas pueden firmarse los yesos, yo puedo poner pegatinas en esta cosa.

―Va a verse ridícula.

―Va a verse original. ¿Cuántas sillas de ruedas decoradas has visto? ―se ríe mientras abre el primer paquete―. Voy a ser la sensación en el club de los inválidos.

―No uses esa palabra.

―Tienes razón, preferimos el término discapacitados.

―Kat―digo molesto―. No hagas eso. Para.

―Solo estoy bromeando―se defiende. Sus ojos brillan con risa pero yo me mantengo serio.

―No me gusta que bromees con eso, lo sabes.

Vacila en decir algo más pero al final opta por voltearme los ojos y volverse a enfocar en las pegatinas de su regazo.

Sentado en su cama frente a ella, por un rato me dedico a solo verle desprender cada adhesivo del papel y para pegarlos en los apoya-brazos. Hoy tuve que hacer diligencias para los Brown y no pude quedarme a esperarla después de su terapia. Gracias al cielo Becca pudo recogerla del centro médico y llevarla al campus, porque de otra forma me habría tocado quedarle mal a la mamá de Matt.

Intento estar a la vuelta de la esquina de donde sea que Kat esté, pero no siempre lo consigo. Ahora que me estoy quedando de forma casi permanente en la casa de Matt, la distancia en el campus y mi participación en la dinámica familiar a veces me impiden mantenerme cerca. Hay veces en las que Martha me pide que la acompañe a hacer las compras –como hoy– o Jack quiere que revise algún electrónico que Matt no ha podido arreglar. Roxanne siempre está necesitando que le echen un ojo al pequeño Max,y todo eso sin sumar el tiempo que debemos dedicarle al gimnasio.

Todo el mundo sabe que mi prioridad número uno es Kat, pero sé que no puedo ignorar a los que me rodean cuando me necesitan inmediatamente.

Llevo quedándome en lo de Matt desde que era un niño, pero aún no consigo acostumbrarme al hecho de que, bueno, estoy viviendo con ellos. A pesar de que el que me mudara de forma permanente siempre había sido un tema de discusión en la mesa, cuando en el hospital me dijeron que querían que fuera a vivir con ellos algo dentro de mi convulsionó y se expandió. Juro que nunca había sentido nada igual.

Trataron de hacer como no era la gran cosa, pidiéndolo casualmente mientras los chicos pasaban a ver a Kat y yo me quedaba atrás para intentar recobrarme de las últimas horas.

Compass, Vol. 2 [HS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora