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Ya sé que mi opinión no sirve para mucho y no debería ser tomada en cuenta para tantas cosas, pero realmente necesito que me escuchen cuando digo:

―No quiero que hagan el gran alboroto por mi cumpleaños.

Louis suelta un quejido y Niall rueda los ojos.

―Hablo en serio―insisto―, no quiero que hagan ninguna basura de esas que les gusta hacer.

―Vamos, hombre―apremia Louis―. No nos lances esa mierda ahora.

―No, no me la lancen ustedes. No lo hacíamos antes, no lo haremos ahora. No es la gran cosa.

―Ay, míralo―se ríe Niall―. Todo abnegado, creyendo que su cumpleaños no es la gran cosa para sus amigos.

―Tú celebras todos los nuestros―insiste el castaño. Ambos ignoramos a Niall.

―No, solo voy a las fiestas que montan por el licor gratis. Me importa una mierda los cumpleaños.

Louis se ríe―. Ya, claro.

Meto la mano en la bolsa de chips que estamos compartiendo y cojo un puñado. Caminamos despreocupados por los pasillos de psicología porque Louis quería que le acompañáramos a entregar unos deberes. Otro día le hubiera dicho que no me pagan por ser acompañante, pero teniendo en cuenta qué día es mañana, preferí aprovechar la oportunidad de dejarles claro que no quiero ninguna mierda de cumpleaños.

Porque jamás los he celebrado, al menos, no propiamente. No fue algo que se hiciera por mí cuando era pequeño, y una vez que empecé a crecer me pareció una babosada. ¿Cuál es la gran cosa en cumplir años que vuelve a todo el mundo un poco loco? A mi me importa un carajo.

Aprendí que era un día más cuando despertaba en la mañana y nadie tenía el desayuno preparado para mí, o un obsequio. O un pastel. O si quiera una felicitación. Digo, descubrí qué día había nacido porque lo leí en mi partida de nacimiento, vieja y arrugada entre otros papeles que seguramente planeaban tirar a la basura.

Al menos a mí no se me concedían licencias especiales. No era un día en que se me mimara, o se me permitiera hacer lo que quisiera. Nadie colocaba globos en mi puerta de entrada. Nadie nunca dijo "hey, amigo, estás creciendo" en un modo en el que no me hiciera sentir asqueado y repulsivo.

La única vez que intenté celebrarme yo mismo terminó con una paliza que casi me envió al hospital. Un niño de ocho años no debería sentirse especial y querer hacerse su propio pastel, porque él no compró los ingredientes que utilizó para hornear la masa. Es un marica bueno para nada que ahora va comerse la masa cruda porque su padre lo está obligando, mientras lo golpea con un rodillo de cocina.

No merecía ser celebrado, ni antes ni ahora.

Cuando entré en la universidad y conocí a los chicos sólo nos íbamos de fiesta. Yo me emborrachaba hasta la cuba y me acostaba con tantas chicas guapas pudiera. Nadie decía feliz cumpleaños, ni me abrazaban. Solo me daban la dirección de la fiesta y yo estaba perfectamente bien con eso.

Una vez Niall compró un cupcake y le puso una vela para intentar cantarme la maldita canción, pero le di un golpe en la nariz y el dulce se cayó. Él lo recogió y se lo comió mientras le limpiaban la herida.

Siempre podía huir. En la semana no pasaba por casa de los Brown para evitar cualquier intento de felicitación. Se sentía incómodo. Y no es como si pasara el día llorando, hundido en mi propia miseria y desolación. Sólo no me gustaba que me felicitaran, o que intentaran hacerlo. Desearía nunca cumplir años.

Pero ahora estoy viviendo con ellos, y no puedo huir tan fácilmente. No puedo simplemente coger la camioneta y perderme, porque sé que ahora tengo el compromiso de volver. Eso me da vértigo.

Compass, Vol. 2 [HS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora