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Me despierto desesperado por aire y empapado de sudor. Tengo el corazón acelerado y las manos entumecidas. No voy a dormir nunca más. No puedo ver eso otra vez. No soy tan fuerte. Cierro los ojos e intento tranquilizarme.

Respiro una, dos, tres veces.

Pero no funciona, de modo que le escribo.  

¿Estás despierta?

Su respuesta llega dos minutos más tarde.

Sí, acabando de ver un documental. ¿Qué pasa?

Todo yo estoy temblando.

¿Bec está contigo?

Nup, está en sus sesiones de poesía a media noche. ¿Estás bien?

¿Puedo ir?

Por favor por favor por favor.

Acá te espero.

Me calzo los zapatos y salgo sin hacer ruido.

La residencia de Niall está al otro lado del campus, como a quince minutos de la de Kat. La caminata me sirve, sin embargo, para tranquilizarme un poco. Tengo el estómago revuelto y la cara contraída como si quisiera llorar, y quiero, pero no consigo que las lágrimas salgan.

Cuando llego no toco, solo abro.

Kat está recostada en su cama con la cobija hasta la cintura, nadando en un centenar de almohadones. Dejo caer los zapatos al cesto sin quitarle los ojos de encima. Por un momento, los dos nos quedamos congelados, como en una fotografía.

Después ella palmea el colchón a su lado. Y yo voy.

Me ofrece una chocolatina y toma todo de mí no desbaratarme enseguida. Una chocolatina siempre ayuda a superar un mal sueño.

—No se te escapa nada, ¿no es así? —desenvuelvo la barra con dedos temblorosos y me la llevo a la boca.

—Bueno, no siempre, pero cuando un hombresote guapo y triste se aparece en mi dormitorio a la una de la madrugada creo saber qué está pasando.

—¿podemos dejarlo hasta lo de guapo? Te aseguro que así la noche va a ser más interesante.

—Buen intento, campeón—me da un empujoncito en mi hombro con el suyo. En tono más suave y serio—: Sabes que puedes contármelo, ¿cierto?

¿En realidad puedo? ¿De verdad puedo compartirle esto?

Porque no es la pesadilla. Es lo que fue en realidad.

Lo había bloqueado y ha vuelto a mí. Soy como un infinito collage de cosas horribles.

—Es solo...es algo que pasó hace mucho pero, uhm,—me rasco la nuca en gesto nervioso y me levanto de la cama. El chocolate comienza a saber amargo, así que lo dejo en la mesita de noche—. Yo nunca...eh...yo nunca se lo he contado a nadie y-y bueno...

—Shh—intenta calmarme y yo suelto una medio risa nerviosa que termina siendo un graznido incoherente—, no tienes que...

—No, sí tengo—digo—. Lo tengo aquí atorado y ya no lo aguanto más.

Es Kat, me recuerdo, confías en ella con tu vida.

Por un segundo recuerdo aquella terrible discusión que tuvimos cuando descubrí lo de las pastillas. Le acusé de no confiar en mi y ella dijo que la confianza no tenía nada que ver con eso, y si me ocultó algo fue para protegernos.

En su momento, no lo entendí, pero ahora lo hago. Tan tambaleantes como están las cosas, temo por lo que estoy a punto de contarle pueda hacernos.

Compass, Vol. 2 [HS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora