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―Oh, por Dios, Kathy―Becca se abraza a mis hombros mientras las dos nos dibujamos en el reflejo del espejo―. Estás hermosísima.

―Todavía necesitas terminar mi maquillaje.

―Ni siquiera lo necesitas―agrega Georgia abombando los pliegues de la falda de mi vestido―. Ya te ves como toda una novia.

Con todos los broches de mi vestido atados en mi espalda soy libre de dar un millón de vueltas por la habitación. Roxanne, que está sobre el blanco sofá bebiendo una copa de champagne aplaude y empieza a imitar la marcha nupcial.

―¿En dónde está mi velo? —inquiero.

―En esa caja de allá―señala Roxanne una caja blanca cerca de la puerta―, pero mamá dice que deberías esperar a que la ceremonia esté a punto de comenzar para ponértelo.

Ya me lo quiero poner. Ya quiero que comience la ceremonia. Ya quiero ver a Harry.

―¿Por qué están tus converse blancas aquí? ― Becca revisa la mochila que empaqué con mi maquillaje y otros cosméticos esta mañana.

―Si piensas que voy a pasar toda la noche sobre esos tacones estás perdida.

Me mira como si le acabara de decir que quiero casarme en traje de baño.

―¡Es tu boda!

―Exacto―cojo una de las pequeñas tartaletas de nuestra mesita de dulces y me la llevo completa a la boca―. Quiero estar cómoda.

―Ugh―Georgia coge los tacones de otra caja y los mira como si fueran las zapatillas de rubí de Dorothy―. No me puedo creer que prefieras esos feos converse a estos hermosos bebés.

A ver, que sí están bonitos, pero tampoco es para tanto―. Ni siquiera se van a ver, el vestido es largo.

―¿Y cuándo te quites el vestido qué va a pasar? ¿vas a quedar en lencería de encaje, el liguero y unas puñeteras converse blancas?

―La verdad es que no creo que a Harry le importe mucho―sonrío―. Todo lo que querrá hacer es quitarm...

―Voy a detenerte justo ahí porque no quiero tener pesadillas por el resto de mi vida―interviene Roxanne estremeciéndose y me hace reír―. Es como mi hermano, puaj.

Las chicas intercambian un montón de comentarios sobre Harry y yo vuelvo a pararme frente al espejo. Deteniéndome en cada detalle de mi vestido, no puedo evitar volver a girar sobre mi eje. Las mangas me cubren todo los brazos hasta las muñecas, es ajustado hasta la cintura y luego se expande en una gran falda ancha hasta el suelo. El encaje es tan fino y delicado que me siento como una princesa del hielo.

Quiero gritar. Quiero que Harry lo vea.

―Ven, vamos a terminar tu maquillaje.

Me siento en una de las sillas y dejo que Becca se encargue de decorarme el rostro según bien le plazca. Ella, Georgia y Roxanne son mis damas de honor. Están usando vestidos negros porque Louis, Niall y Matt usarán trajes negros. Yo tenía ganas de que se pusieran algo más alocado y con más color, pero todos me gritaron que no querían parecer personajes sacados de Alicia en el País de las Maravillas.

Aburridos.

El mismo Harry ha empezado a experimentar más con su forma de vestir. Ya sabía yo que alguna vena fashonista escondía detrás de toda esa patraña de chico malo, y aunque todavía me vuelve loca cuando usa sus viejos skinnyjeans negros y sus camisetas blancas, me encanta verle todas las mañanas combinar sus suéteres de colores con pantalones de corte alto.

Compass, Vol. 2 [HS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora