EPILOGO

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Tres años después

—Kat, no intento meterte presión, pero fuiste tú la que me hizo hacer esa reservación en primer lugar.

—Te pedí cinco minutos—su voz me llega a través de la puerta cerrada del baño de nuestra habitación—, ya casi estoy.

Dijo eso hace quince minutos, no entiendo qué tanto tiene que arreglarse. Aunque esta es nuestra primera salida propiamente romántica en un buen rato y entiendo que esté haciendo un gran alboroto al respecto. Yo no era distinto, hasta me puse colonia y toda esa mierda.

Ahora Kat está en el apogeo de sus lecciones y la academia culinaria le está exigiendo a niveles descomunales. Con las prácticas en restaurantes a la vuelta de la esquina está quemándose las pestañas para destacar.

No tenía idea de que el mundo de la cocina era tan exigente y competitivo. Todavía recuerdo el primer día que algo le salió mal y le gritaron por eso. Ella es fuerte y supo mantenerse con la cabeza en alto, pero en cuanto pasé a buscarla y subió al auto, se desmoronó en mis brazos y lloró durante horas.

Más allá de eso Kat es brillante, y su genialidad no tardó en hacerla formular entre los mejores de la academia. A veces no puedo evitar preocuparme por ella y temo que se exija más de la cuenta. Hay noches en las que está tan agotada que yo mismo le cambio la ropa por un pijama.

Pero es hermoso verla trabajar en algo que disfruta con tanta pasión. Si antes brillaba, ahora resplandece.

Por fin la puerta se abre y Kat desfila de forma dramática. Me siento de nuevo y ella se detiene frente a mi, sus manos apoyadas a cada lado de su cintura.

—Mierda, nena—la veo embobado—. Te ves hermosa.

En un movimiento ágil la siento sobre mi regazo, sus rodillas a mi alrededor. Ella da un respingo sorprendida, pero sonríe con falsa inocencia. La mirada divertida y coqueta que se esconde tras sus pestañas me aniquila por completo.

—¿Te he dicho cuánto me gustas con esta camisa? —juguetea con los botones desabrochados del cuello.

—Me parece que no.

—Estoy segura de que lo hice—sus dedos tocan la piel descubierta en mi pecho, haciéndome estremecer—, pero lo diré de nuevo: Me gustas con esta camisa, todos estos botones—su dedo baja y sube por la tela que me cubre—. Me hace pensar que eres un regalo que me muero por desenvolver.

—Yo digo que lo desenvuelvas ahora mismo.

Nuestras narices se tocan y juegan entre si, pero cuando intento besarla ella se aparta juguetonamente.

—Fuiste tú el que dijo que perderíamos la reservación.

—Al diablo la cena—aprieto la piel de sus piernas y ella suspira—, yo digo que iniciemos esta cita donde queremos terminarla.

La beso con fuerza y ella me corresponde de inmediato. Mis manos se aferran a sus caderas y la atraigo a mi tanto como puedo. Mi lengua y la suya se enredan mientras prácticamente nos devoramos el uno al otro.

Kat muerde mi labio inferior y yo gimo en respuesta. Sus manos se cierran alrededor de mi cuello y me dejo caer hacia atrás, trayéndola conmigo.

Mis manos suben por su espalda hasta que encuentro la cremallera de este vestido vinotinto tan malditamente sexy. Apenas alcanzo a tocar el cierre cuando ella vuelve a apartarse.

—No haremos esto ahora—dice con la voz entrecortada.

—Kat—suplico.

—Tenemos una cena.

Compass, Vol. 2 [HS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora