32 -Final

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Recojo a Kat al día siguiente después del mediodía. Mientras recorremos una juguetería en busca de un regalo agradezco una vez más por su presencia a mi lado, porque no tengo idea qué comprar o cómo envolverlo.

—¿Qué te parece esto? —me enseña una caja que tiene un kit de cirujano color rosa—. Aquí dice que es de ocho en adelante.

—Está cumpliendo siete—recuerdo.

—Es prácticamente lo mismo—dice, pero vuelve a regresar el juguete al estante.

Al final escogemos una maquina que hace helados y un libro gigante para colorear. Cuando estamos en la registradora esperando para pagar Kat se recuesta en mi costado y reposa su frente de mi brazo, llevándose una mano a la espalda.

—¿Está todo bien? —le pregunto en voz baja.

Ella asiente contra mi brazo y suspira—. Solo me duele un poco.

Beso la coronilla de su cabeza, sabiendo que no puedo hacer mucho más. Es normal que sufra de calambres y dolores de vez en cuando, solo espero que no sea para siempre.

Me doy cuenta de que una señora nos lanza una mirada de reproche a un lado de nosotros en la línea para pagar. Primero no entiendo, pero entonces caigo en cuenta de cómo nos debemos estar viendo: una pareja joven comprando juguetes, Kat quejándose de dolor en su espalda baja mientras se recuesta de mí. El mismo vestido flojo que está usando y que no detalla su abdomen plano. ¿Creerá que Kat está embarazada? me echo a reír.

—¿Qué? —pregunta ella—¿De qué te ríes?

—De nada—sonrío y le pongo una mano sobre el estómago y Kat frunce el ceño, extrañada. Añado en un tono de voz más alto para que la señora entrometida pueda escuchar—. En cuanto terminemos aquí te llevaré al coche para que puedan descansar.

—¿Puedan? ¿De qué rayos estás hablando?

Le doy un corto beso en los labios y nada más. Decido guardarme la broma solo para mí.

Después de llevar los obsequios a envolver Kat yo nos subimos al auto para cruzar la ciudad y dirigirnos a la casa de Sylvia. Si dijese que no estoy nervioso estaría mintiendo.

—El coche de Matt necesita una limpieza inmediatamente—dice Kat mientras aparta con los pies envolturas de papas fritas grasientas y vasos de coca-cola del autoservicio—. Por Dios, este todavía está medio lleno.

—Es un animal, lo sé—reflexiono con cierto humor—. Tengo que comprarme un auto ya.

—¿Qué? —me mira indignada—. ¿Vas a dejar que el monstruo se oxide en la chatarrería?

—Me temo que no tengo otra opción, nena, ya no tiene salvación.

—¿Estás hablando en serio? —me encojo de hombros. A mi también me duele en el alma decirle adiós a mi vieja camioneta, pero siempre supe que lo nuestro no duraría mucho—. Me gustaba esa camioneta, tenía carácter. Demonios—maldice—, eso sí que me pone de malas.

—No te preocupes por eso, Kat. Tengo otro monstruo que seguirá poniéndote de buen humor.

—Ugh—me golpea el hombro y suelto una carcajada—. Eres horrible.

Avanzamos por la carretera y el suave murmullo de la vieja radio junto con la presencia de Kat a un lado hace que me sienta dos grados más tranquilo. Hago mi mayor esfuerzo en mantener mi mente enfocada en lo que estoy haciendo ahora: conducir; y no en lo que haré después: reunirme con la mujer que me trajo al mundo y su familia.

La verdad es que no sé si esto sea una buena idea.

Quiero decir, no puedo evitar pensar que cuando Sylvia se estaba casando y teniendo una hija, yo estaba encogido sobre el váter del baño vomitando por lo que acababan de hacerme. Ya sé que está jodido pensar de esa manera, teniendo en cuenta que el infierno personal que sufrió ella misma y la edad que tenía...pero aun así.

Compass, Vol. 2 [HS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora