29

2.7K 179 61
                                    

Estoy sentado con Sylvester en el piso de la sala principal cuando Theodore Williams llega a casa. Hace horas que Kat se ha encerrado con su nueva fisioterapeuta (que dicho sea de paso es rusa y completamente aterradora) en la habitación que han dispuesto para su entrenamiento y yo tuve que entretenerme solo mientras le daba vueltas a la idea de porqué el abuelo de Kat, que hasta donde sé me detesta, me pidió venir a verlo.

—Oh, Harry. Me da gusto que esperaras mi llegada, a pesar de mi error—dice a penas repara en mi presencia.

—Eh, sí. Por supuesto—me pongo de pie.

Theodore se agacha un poco para saludar al perro que corretea a su alrededor—. Estoy seguro de que Kathy ha sido una buena anfitriona.

muerdo mi lengua para no reírme. Si tan solo supiera.

La cosa es que no tengo idea de qué esperar, ni de cómo comportarme.

Pasé de admirarlo a odiarlo para terminar sintiéndome culpable y avergonzado en su presencia. Ahora no sé qué hacer con las manos, así que las cruzo detrás de mi espalda, pero vuelvo a regresarlas al frente y después las dejo caer a mi costado. ¿Estaré actuando como un tarado?

—Ven, tratemos este asunto en mi oficina.

Pasa junto a mi y yo me giro para seguirlo.

Una vez en su despacho (que luce tal y como lo imaginé: paredes oscuras, muebles de madera de roble, un escritorio groseramente enorme, un ventanal atrás de su silla) Theodore se sienta y con un gesto me indica que lo iguale. Dispone de unas cuantas carpetas y sobres que comienza a ojear bajo mi atenta vista.

Otra vez no sé qué hacer con las manos, así que las aferro a mis rodillas por debajo del escritorio.

Por fin, después de unos cuantos minutos en silencio mortal se aclara la voz.

-Muy bien, imagino que te preguntarás para qué te he llamado a venir.

Este señor habla demasiado lento. Hago un ruido de asentimiento y sigo rezando para que no se trate de algo malo.

―Le he echado un vistazo a tu registro escolar-eso nunca puede significar algo bueno―. Tengo entendido que no empezaste tu primaria hasta los ocho años.

―Eh, sí―me remuevo incómodo-, tuve algunos, uhm, problemas mientras crecía.

―Así veo―dice mientras sigue con la vista puesta en uno de los folios en sus manos. Me preguntó qué dirán-. Y la universidad, entraste dos años después de salir de la preparatoria, ¿por qué?

―Necesitaba tiempo para reunir el dinero y pagar la matrícula.

―¿Y cómo te fue con eso?

―Sigo trabajando―la verdad es que tengo cero ganas de explicarle a este señor mis problemas financieros, pero por alguna razón continúo―. El banco nunca me aprobó un préstamo, pero estoy en algunos convenios de pago.

―En muchos―corrige. Aun no ha levantado la vista para verme ni una sola vez.

La verdad es que me gustaría decir que hay cierto tono burlón o impertinente en su voz mientras me cuestiona, por alguna razón, mis modos con el dinero. Así podría molestarme y rehusarme a contestar, buscar a Kat y decirle que me largo y que nos vemos luego. Quizás hasta escupir en uno de los autos lujosos antes de salir.

Pero estaría mintiendo. Ni siquiera hay curiosidad. Solo un desdén sobrio con el que señala hechos.

―Hago lo que puedo.

Eso hace que alce las cejas.

―En realidad haces mucho más, Harry―después baja por fin los portafolios y se concentra en mí. Yo, sin embargo, no puedo apartar la vista de los papales: es mi información. Desde aquí no puedo ver lo que dice, pero hay una foto mía engrapada a una serie de papeles que deben describir mi expediente―. Escucha, voy a dejarme de rodeos. Estoy seguro de que Kathy te ha comentado su decisión acerca de su futuro profesional.

Compass, Vol. 2 [HS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora