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Estoy acabándome el décimo trago de whiskey barato cuando el sujeto junto a mí me dice:

—Eh, chico. Tu teléfono lleva sonando toda la maldita noche. Al menos ponlo en silencio.

Miro confundido a mi alrededor y veo mi borroso teléfono junto a mi vaso. Le pido otro al cantinero y tomo el celular, que vuelve a sonar en mi mano.

—Dios mío, Harry, ¿en dónde estás?

—Ay, Kat—me entra hipo—. Mi dulce, dulce Kat.

—¿Te das cuenta de que es media noche?

—¡la cena! —recuerdo—. ¿Ya está lista?

—¿Estás borracho? Dime en dónde estás, Louis irá por ti.

—Losiento, nena. Lo arruiné todo.

—No arruinaste nada, Harry. Dime en dónde estás.

—Seffue a Esco—hipo—cia sin mí.

—¿De qué estás hablando?

—¡Se fue a Escocia sin mí! —repito gritando.

—Vale, lo hablamos luego. ¿Puedes decirme dónde estás?

—Ya voy—me tomo el trago de un solo golpe y palpo mis bolsillos hasta dar con unos cuantos billetes para pagar—. Espérame.

—No, no, Harry, dime en dónde estás. Dime en dónde estás y yo...

—Ewtoy bien. Te veoen casa.

Cuelgo y después de dar un traspié, salgo del bar.

Me cuesta orientarme. ¿Tengo que ir a la izquierda o la derecha? Escojo al azar. Dentro de mi cabeza todo es confuso y mi cuerpo está tambaleante. ¿La casa de Louis está colina arriba o cuesta abajo?

Las ruedas del camión girando van, girando van, girando van—taraeo mientras sigo caminando.

Estoy llegando. Creo. Sip, definitivamente estoy llegando.

Toco el timbre.

Me acuerdo que tengo llave.

La llave se resbala de mis manos.

—Ups—me inclino para buscarla, pero pierdo el equilibrio y me voy hacia adelante. La puerta está abierta y caigo de bruces adentro de la casa. Escucho la gran conmoción.

—Dios mío, Harry, ¿estás bien?

Alguien viene a ayudarme, pero yo lo rechazo y cómo puedo me arrastro hasta estar totalmente dentro.

Necesito estar solo.

Me cojo del mantel de la mesa para terminar de ponerme de pie, pero no me da soporte.

En cambio, arrastro el mantel hacia abajo y toda la comida que estaba encima cae al suelo.

Entre las nebulosas de mi mente borracha descubro dos pensamientos racionales:

1: eso es mucha comida.

2: soy el idiota más grande del mundo.

Levanto la cabeza del desastre que he ocasionado y encuentro cuatro pares de ojos alarmados sobre mí. ¿Estaré haciendo un espectáculo?

—Lo siento.

—¿Qué demonios está mal contigo? —me acusa Louis. Sus palabras abren huecos en mi pecho.

—¿N-no comieron?

—Estábamos esperando por ti, idiota.

Me siento miserable en el piso, rodeado de platos rotos y comida regada. La mirada pesada de mis amigos, los ojos rotos de Kat que están sobre mí preocupados y tristes. Se supone que lo estaba haciendo bien. Se supone que todo estaba bien.

Compass, Vol. 2 [HS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora