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Después de dejar a Kat frente al salón de su primera clase, le escribo a los chicos para ver si alguno está en el campus. Tengo que buscar algo que hacer mientras espero a que Kat termine sus clases para llevarla de nuevo a la residencia. Aunque me da tiempo de regresar a la casa de Matt y dormir un poco más, prefiero quedarme en el campus en caso de que pase algo. Quizás se canse y quiera regresar antes, o tenga que ir a otro sitio. Uno nunca sabe.

Niall me pide que lo espere afuera del rectorado mientras llena unas formas para luego ir por un café. Louis asegura que se nos unirá para el almuerzo, pero creo que ni siquiera se ha terminado de despertar todavía. Sus mensajes son inconexos y lleno de errores, como si hubiese tecleado a ciegas.

―¿Qué me cuentas, hermano? ―Niall y yo nos saludamos con el vago saludo de manos y nos encaminamos a un cafetín para comer algo.

―Parece que vienes de la playa―comento. Va de shorts bermudas justo por encima de las rodillas y una camiseta blanca. Como yo, se protege del sol con unas gafas negras.

―Este puto calor de mierda―se queja―. Hasta hace como una semana nos estábamos congelando el culo y ahora me siento en infierno.

―Calentamiento global―respondo distraído―. Es un problema real.

Llegamos al cafetín más cercano y nos colocamos al final de la fila para pedir. Mi rubio y casi siempre insoportable amigo se despega la tela blanca del pecho y la agita cortamente para que circule mejor el aire.

―Eres desagradable a la vista.

―Sudo como un desquiciado―se excusa.

―Te estás poniendo gordo.

―¿Qué? Claro que no.

―Eso que estás haciendo con tu camisa, lo hacen todos los gordos.

―Púdrete, no estoy gordo.

―Te sentaría bien entrenar un poco.

―Ah, no. Me temo que eso no va conmigo. Además, me gusta mantenerme suave y abrazable para las chicas.

Ugh.

Pedimos unas donas y café para sentarnos en una de las mesas libres. Buscamos una afuera bajo la sombra de algunas ramas para que Niall deje de derretirse como un muñeco de cera.

―Así que, ¿cómo va todo? ―pregunta dándole una mordida a su comida.

―Bien. Kat tuvo un buen día hoy en terapia.

Rueda los ojos.

―Es gracioso que respondas sobre Kat.

―¿De qué hablas?

―Hermano, si quisiera saber cómo está ella le escribiría un texto―agita su teléfono hacia mí y se ríe―. Es mi amiga, ya sabes.

―Bueno, tu preguntaste como iba todo.

―Todo lo demás, hombre. Ambos sabemos que Kat no es la única de tus preocupaciones.

Uh, bueno.

―Es la única de mis preocupaciones en la que estoy enfocado―le doy un sorbo a mi café y noto que he olvidado vertirle azúcar. Hago una mueca de desagrado mientras abro dos sobres y se los lanzo.

―Ay, por favor.

―Es en serio―le aseguro―. No estoy pensando en otra cosa. Mi única cosa en mente son las rehabilitaciones de Kat y sus avances.

―Sólo han pasado unas cuantas semanas, H.

―Ya, pero lo está haciendo bien.

―No digo que no. Solo, ya sabes, no le pongas tanta presión. Esas cosas llevan tiempo.

Compass, Vol. 2 [HS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora