45. Rostros conocidos.

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Un silencio se posicionó en la habitación con sus ultimas palabras, provocando que Ryan y yo nos miráramos por unos segundos antes de estallar en carcajadas.

— Entonces me estás diciendo que el mundo puede ser destruido con unos cuantos números, direcciones y una memoria USB— repliqué entre risas, encontrándome con una mirada de pocos amigos de su parte, una repleta de seriedad que hizo que mi sonrisa se desvaneciera lentamente—Imposible...

— No realmente— repuso sin una sola pizca de gracia — ¿Alguna vez te has preguntado para qué quería el gobierno entrenar niños prodigio en ese entonces?

— ¿Alguna especie de agentes especiales?

Una sonrisa ladeada, totalmente arrogante, se coló en su rostro con mi respuesta.

— Estoy seguro que habrás escuchado el rumor en algún momento, pero aunque nos escogieron por nuestras habilidades, eso era lo que menos les interesaba. De hecho, las lecciones de lucha, tiro, defensa y la dosis de cinismo, solo fueron métodos para mantener seguro lo que conteníamos. Si algo pasaba, entonces estaríamos en capacidad de proteger sus creaciones en nuestras mentes. 

—No comprendo. 

—¡Vamos, Cinthia, no es tan complicado!— Exclamó, nuevamente echando un vistazo hacia uno de los costados y suspirando al volver sobre mi — Reunieron niños con diversas habilidades con el propósito de desarrollar códigos de lanzamiento universales. Una especie de llave que sea capaz de activar las armas disponibles y dependientes de tecnología de cualquier parte del mundo. La cuestión, entonces, es que ningún lugar sobre la tierra resultaba seguro para guardar esa información, entonces recurrieron a sus propios miembros para protegerla. La única manera de mantenerla segura, era fragmentándola.

— Entonces, una vez la información esté completa...

 — Los códigos estarán disponibles para su uso — se encogió de hombros, tomando el ultimo sorbo de su vaso — La premisa era sencilla. Si los códigos eran necesitados dentro de los próximos cincuenta años, serían utilizados. Si no, morirían con sus portadores. Y vaya que por trece años todo salió perfecto.

Apreté mis labios, procesando lo que me decía sin poderlo creer por completo. 

— Hace dos años, integrantes del gobierno intentaron asesinarme a toda costa, además de que la información del proyecto parecía ser el secreto peor guardado de todos.

 Miller soltó una risilla, cubriendo sus labios por unos segundos antes de levantar uno de sus dedos, como si pidiera la palabra.

— Eso fue mi culpa. Al parecer hubo algunos topos en el gobierno y cuando envié hombres a asegurarse de tu bienestar, tu respuesta hostil te convirtió en una especie de enemigo nacional.

Resoplé por los labios, queriendo golpearlo ahí mismo por lo que nos había hecho pasar, pero recibiendo un gesto de Ryan, quien señalaba su reloj con premura.

— Menos de diez minutos restantes, y tu orden sigue siendo atacar si no hay respuesta de nosotros — afirmó en un tono apenas audible para mi.

Volví mi mirada a Miller, sacando la USB de entre mi escote y agitándola frente a si.

— ¿Qué se supone que hay aquí?

— Combinaciones. Posibles claves para desbloquear la caja fuerte que guarda los verdaderos códigos.

— Así que esto es todo lo que necesitábamos al final— musité, recibiendo una negación automática de su parte.

— Esa USB solo será leída por una computadora y si llegase a ser introducida en otra, la información está programada para que se borre automáticamente. Esa computadora solo está en una dirección especifica y, aun si le encuentran, solo podrá abrirse con una clave de un solo intento.

Sin reglas ni principios 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora