42. En llamas

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Inhalé profundo, mirando la hora que se mostraba en la manilla y calculando nuestro tiempo disponible para poder realizar todo a cabalidad. Suspiré con una sonrisa, recordando las palabras de Sem en mi cabeza y asintiendo un par de veces.

— Que gane el mejor— afirmé, sentándome contra le tronco más cercano y haciéndole un gesto frente a mi para que hiciera lo mismo. 

—Primero las damas— soltó mientras imitaba mi acción con un gesto dudoso, pero definitivamente tentador.

—Bien, número uno, durante mi primer año en los ángeles caídos estuve apunto de pasar una noche con Sem y con G, juntos— enfaticé, notando el inmediato cambio en la expresión de Ryan y la tensión de sus músculos — segundo, conozco el verdadero nombre de Lucif. Tercero, eres el único que ha visto el tatuaje en mi cadera. 

Ryan entrecerró los ojos, recibiendo una expresión autodidacta de mi parte.

— La primera.

— ¿Ultima palabra?— cuestioné inclinándome un poco en su dirección hasta recibir su asentimiento — Quiero tu camisa — le ordené, provocando que frunciera el ceño. 

— Imposible— musitó, relamiendo sus labios incrédulo— recuérdame tener una conversación con esos dos cuando regresemos— se detuvo por un segundo, repasando lo que recién había dicho—  ¿Entonces cual era la falsa?

—Jamás lo sabrás — afirmé, extendiendo mi mano frente a si en espera de la camisa. 

Bufó con algo de gracia y acto seguido, retiró la prenda, exponiendo sus músculos tatuados a los pocos rayos de sol que atravesaban las copas. 

Tragué en seco al ver su cuerpo a plena luz del día, logrando que levantara una de sus cejas expectante. 

— ¿Y bien? ¿Cuál es mi instrucción? 

— Dentro de tus verdades, cuéntame lo que te molestó hace un rato — solté sin dudarlo dos veces, provocando que me mirara extrañado. 

— Te hace falta creatividad. 

— Y a ti proyección— repliqué, encogiéndome de hombros — pero puedes ser creativo con mi orden si es que llego a fallar.

Ryan inhaló profundo, mirando unos segundos a su alrededor y finalmente continuando. 

— Uno, jamás había hecho venir a una chica con la boca hasta nuestro encuentro en la isla  — comenzó con su mirada fija en la mía — dos, no tengo ningún recuerdo sobre cómo perdí mi memoria. Tres, me enfada saber que te dejas manipular con un solo dedo y arruinar todo lo que has construido en estos dos años solo porque un bastardo te amenazó con acabar con mi vida. 

Fruncí el ceño sin poder evitar soltar una suave sonrisa por su comentario. 

—No me importa echar al caño mi vida entera si es por ti — musité, provocando que desviara su mirada y aclarara su garganta. 

— Y bien ¿Cuál es la falsa?

Apreté mis labios algo irritada, analizando las dos opciones restantes y encontrando imposible negar la experticia de su lengua. 

— La primera. Ultima palabra.

Ryan me dedicó una sonrisa ladeada, estirando su mano frente a mi. 

—Imposible, entonces eso quiere decir...— me detuve, sintiendo como mi estómago daba un vuelco ante su respuesta— quiere decir que sí recuerdas algo sobre cómo perdiste la memoria.

Una pequeña chispa de inseguridad recorrió su expresión justo al tiempo en que sacudió su cabeza disipándola y, restándole importancia, agregó—:Quiero tu sostén.

Sin reglas ni principios 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora