Extra: Nací para ser tuyo.

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Tres meses después:

Inspiré profundo, sintiendo el viento chocar contra mi rostro mientras el aroma de la naturaleza calaba hasta mis pulmones. La ventana estaba abierta, y una mezcla de flores, pinos y rocío le daba al ambiente un toque fresco que me hubiese hecho entrar en trance si no fuera porque la falta de visión alertaba todos mis otros sentidos. 

Giré hacia mi izquierda, enviando mi mano hacia donde creía estaba la pierna de Ryan y recibiendo en respuesta la suya.

— ¿A dónde se supone que vamos? — cuestioné, escuchando el rugir del motor del auto al fondo —¿Y por qué vendaste mis ojos?

— Es una cita a ciegas— replicó de inmediato, trazando pequeñas figuras sobre mis dedos.

— Ryan... estoy  segura que así no es como funcionan las citas a ciegas— solté en medio de una pequeña risa — pero recibes puntos extra por lo literal de la palabra.

— Pequeños detalles — se excusó y casi pude escucharle sonreír en medio de sus palabras.

Chisté con algo de gracia, recostándome en la silla y dejando que el sol traspasara la tela roja sobre mis ojos cerrados.

El sentimiento iba más allá de mi piel y resultaba cálido y tranquilizante, como si hubiese vivido los últimos dos años en las sombras y por fin volviera a ver la luz. 

El auto se detuvo de repente y pude escuchar a Ryan bajarse en un apuro y luego abrir la puerta de mi lado. Llevé las manos hacia la venda con la intención de quitarla y de inmediato recibí las suyas en negación.

— Todavía no es momento.

— ¿Debería asustarme?— cuestioné al sentirle entrelazar sus dedos con los míos y guiarme para ayudarme a bajar — ¿No recibiré respuesta?

Soltó una pequeña carcajada que hizo que mi estómago se revolviera mientras avanzábamos por un terreno irregular.

— Preguntas mucho ¿alguna vez te lo han dicho?

— No les doy oportunidad. Normalmente después de las preguntas, dejan de respirar.

— Pero mira no más —replicó, deteniéndose un momento y ajustando sus manos alrededor de mi cintura para, con un impulso, ayudarme a subir lo que parecía ser un gran desnivel — ha regresado la pequeña comediante que me cautivó hace un par de años.

— Ryan. Estás extraño— me quejé mientras reanudábamos la marcha, nuevamente recibiendo su silencio en respuesta.

Caminamos por unos minutos de esa manera, nuestras manos entrelazadas, su agarre firme, pero gentil y el aroma de su colonia impregnando el ambiente, casi marcando el camino que debía seguir.

Finalmente se detuvo y soltó un suspiro que precedió el momento en que, con un pequeño tirón de sus manos, hizo que girara para encararlo. 

— Ya puedes quitarte la venda—musitó suavemente, provocando que deslizara la tela dubitativa, dejándola sobre mi cabeza.

Inmediatamente, mi mirada captó una serie de tumbas y mausoleos que recordaba a la perfección. El cementerio que nos rodeaba, era el mismo al que habíamos ido dos años atrás, el mismo que albergaba la pequeña capilla donde sus padres se casaron y donde en aquel entonces, me entregó el collar por ultima vez.

Pero no estábamos en la capilla.

Ryan desvió su mirada tras de mi, haciéndome girar y notar que, en aquel momento, nos encontrábamos parados frente a una tumba en especifico, una que si bien estaba cubierta por musgo, dejaba leer a la perfección el nombre sobre la lápida.

Sin reglas ni principios 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora