Sin reglas ni principios 2

36. Bajo tierra~ Parte 2.

Ryan relamió sus labios justo al tiempo en que dejé caer la navaja y ambos hombres giraron en mi dirección sin demorar en notar de lo que se trataba.

El primero envió la mano hacia su arma, justo al tiempo en que me agaché por el objeto y Evans aprovechó para enviar un golpe que, rematandolo contra el costado del ascensor, lo dejó inconsciente de inmediato. 

El segundo sujeto giró en su dirección, listo para apuntarle, pero antes de que pudiera hacer cualquier movimiento, el filo de mi navaja trazó su camino a lo largo de su pierna, provocando que se encogiera en mi dirección y mi mano diera contra su traquea, logrando que cayera junto a su compañero luchando por respirar.

— ¿Pero qué mierda?— Chilló la mujer, mientras Ryan y yo nos agachabamos para recoger sus armas y municiones.

La miré con una expresión de autosuficiencia mientras el ascensor se detenía.

— ¿Qué te digo? soy de manos débiles — exclamé, enseñándole mi recién recogida navaja y finalmente saliendo del ascensor. 

Se trataba del subnivel seis, un lugar amplio de columnas iguales, sumido en la penumbra de una larga lampara de estacionamiento. 

Frente a nosotros, dos carros blindados permanecían estacionados y algunos otros que pertenecían al común se alternaban alrededor. Unos diez o quince metros más allá nuevamente los carros comenzaban a pertenecer a la escolta. 

Esa vez se trataba de ocho autos alineados y quizá veinte hombres a su alrededor conversando tranquilamente y portando diversas armas. 

— ¿Cual es el auto de tu novio?— cuestioné finalmente, mientras nos ocultábamos tras una de las columnas. 

La chica frunció el ceño, apenas pudiendo contener el temblor de sus manos.

— ¿Hablas de Joan? 

— ¿Tienes otro? — la obviedad en mi voz provocó una expresión de disfrute en Ryan, especialmente porque sabía mi comportamiento hacia ella se había disparado al verles juntos en un comienzo. 

— El rojo de aquel lado — sentenció, haciendo un gesto con la cabeza — el del sujeto que se encuentra hablando por teléfono.

Apreté mis labios al encontrar una incómoda familiaridad en el sujeto y me dediqué a  estructurar un plan efectivo en mi cabeza. Al menos dos armas por sujeto, dos decenas de guardas entrenados y autos blindados que no favorecían el panorama.

— Si quieres vivir, deberás quedarte aquí— le advertí, bajando el tono de mi voz aun más y asegurándome de que fuera certero — Quiero que te quede algo claro, aun muerta, tus dedos siguen teniendo huellas funcionales, así que hablo enserio cuando te digo que es tu elección sobrevivir a lo que acontecerá.

Dicho esto, emprendí mi camino hacia uno de los costados, ocultándome tras los autos y adelantándome a Evans.

Un par de segundos después, una mano se enrolló alrededor de mi muñeca deteniéndome.

— ¿Sigues enfadada?

— No se a qué te refieres.

— Cuando te enfadas comienzas a ser más controladora, te conviertes en alguien ajeno... solo una líder más que comanda a su equipo. 

— ¿Me estás diciendo que no te estoy teniendo en cuenta?— cuestioné levantando una de mis cejas mientras me sentaba contra el lateral del auto y sacaba uno de los cargadores del arma, alistando todo e ignorandolo.