veintinueve

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Alex se encontraba sobre el sofá al frente del televisor, en una pequeña pero acogedora sala ubicada en la segunda planta de la casa de los Barakat. Había estado en aquel lugar ya por dos semanas, que se habían pasado en un parpadeo, pues con Jack el tiempo parecía no existir. La pareja no oficial había estado derramando miel con el pasar de los días, diciendo cursilerías y haciendo pequeños actos románticos el uno por el otro. Lo que llegaría a su fin muy pronto, debido a que las heridas de Alex comenzaban a sanar, no por completo, ya que su situación era un tanto delicada y los movimientos bruscos y faltos de cuidado habían alentado su mejora, pero sí lo suficiente como para volver a la escuela a realizar sus exámenes finales, retornando a su casa también. Todo esto tenía a Alex ansioso y asustado, por decir lo menos.

—¿Cuál película quieres, Lexi?—preguntó Jack entrando a la sala, dejando un tazón repleto de palomitas en la mesa de centro.

—Aún no lo sé—contestó Alex sentado sobre sus piernas cruzadas, envuelto con una pesada y abrigadora cobija, viendo las carátulas de la colección de DVDs que la familia Barakat había venido reuniendo desde que se mudaron a Estados Unidos.

—Uh, ¿de qué tienes ganas?—intentó ayudarlo Jack, a la par que arrojaba palomitas de maíz dentro de su boca con una habilidad tanto impresionante como preocupante.

—¡Ugh!—suspiró aventando su cuerpo al respaldo del sofá con un semblante cansado—, de no volver a la escuela.

Jack giró la cabeza dirigiéndole una larga y comprensiva mirada al chico, levantando de manera extraña las comisuras de sus labios, pues su boca estaba repleta de comida, lo que le sacó una minúscula risa a Alex, distrayéndolo momentáneamente de todo el desorden que se había generado en su cabeza. No era la primera vez que el chico expresaba su incomodidad en voz alta, y Jack sabía que, dentro de su mente, el tema se hacía presente con más frecuencia de la que Alex quisiera admitir. A él también le entristecía no volver a caer dormido al lado del castaño y que lo primero que viese al despertar fueran sus ojos chocolate ocultos tras pálidos párpados que terminaban en unas gruesas y lacias pestañas. No quería que el chico a su lado volviera a aquella tumba infestada de fantasmas a la que llamaba casa.

Jack se recostó en el regazo de Alex, clavando sus grandes y almendrados ojos en el rostro del chico—, Lexi, ya habíamos hablado de esto—murmuró sin saber cómo abordar sus preocupaciones, pues el día se acercaba cada vez más.

Alex dejó las plásticas cajas de las películas a un lado, para enredar sus dedos en el cabello de Jack, masajeando casi involuntariamente su cabeza, moviendo sus manos a través de los mechones del moreno para liberar ansiedad.

—Es que no estoy listo, Jacky—su voz se sentía apresurada y temblorosa—, no quiero volver a ver a nadie, y mucho menos quiero volver a mi casa.

—Lexi—Jack se enderezó, sentándose en el sofá y rodeando al delgado chico con sus largos brazos, recargando la cara de Alex en su pecho y acariciando la parte de atrás de su cabeza, la cual estaba cubierta por la cobija—, ya hiciste lo más difícil, ya nadie nos va a molestar en la escuela, ¿bien?—plantó un beso sobre la sien de su acompañante—. Además, te puedes quedar más tiempo aquí, por mí estaría más que bien.

—Ya los molesté mucho, Jacky—respondió Alex con una voz craquelada—, no quiero seguir siendo una carga para ustedes, pero no quiero volver a mi casa, ¡agh! sólo quiero volver a la playa contigo y vivir ahí—gruñó—, ¿por qué todo tiene que ser tan complicado?

Jack bajó la mirada, pasando su mano desde la cabeza de Alex hasta su espalda, tratando de rebuscar entre su cerebro alguna idea para animar al chico, o al menos distraerlo de esos intrusivos pensamientos que empezaban a contagiarlo, impregnándose en su mente, deprimiéndolo al recordar la pronta partida del chico.

Roses || JalexWhere stories live. Discover now