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Sus dedos caían uno por uno sobre la lisa superficie de madera haciendo un ruido casi imperceptible que se perdía entre los ligeros murmullos que eran lanzados en el salón. El ambiente era extraño y hasta poco natural para ser un viernes, todos se encontraban relativamente callados, con sus libros sobre su mesa abiertos en alguna página al azar para aparentar estar siguiendo la lectura sobre Pitágoras que el profesor de matemáticas les había dejado dándoles una fracción de su clase para terminarla. Aquel hombre aunque viejo, delgado y apariencia serena, trasmitía una imagen de autoridad, era una especie de figura que merecía respeto. Una de sus miradas podría ser hasta más eficaz que un grito o una amenaza de algún maestro promedio. Jack lo odiaba, no al profesor, sino a la atmósfera que se formaba en su clase, le desesperaba muchísimo no contar con un ruido de fondo, quizá algunas risas, uno que otro chiste pesado dicho por lo bajo, incluso algún regaño no estaría mal. Refunfuñó ante la desesperación que traía consigo el silencio parcial que reinaba en el aula, sacó sus audífonos de su bolsillo y los desenredó sin protestar mucho, cualquier cosa que lo tuviera entretenido era bienvenida, colocó su cabello de tal manera que ocultara los casquillos, algo no muy difícil, considerando que su lugar estaba atrás y era bloqueado del rango de visión del profesor por varios alumnos,  y oprimió el botón de play de su iPod, reproduciendo una canción de Anti Flag, sonrió al oír la percusión con la que empezaba la melodía. Clavó sus ojos en la imagen que la ventana proyectaba, distrayéndose con las diferentes formas que creaban las nubes, ahogándose en el placentero ruido que inundaba sus oídos, siguiéndolo estrellando un lápiz contra su libreta a manera de baqueta. Hasta que su mirada se atravesó con la trayectoria de una bola de papel. Extrañado, pausó la canción y volteó con velocidad hacia el resto del salón, sonriendo al divisar un desastre. De entre la masa de voces se lograba identificar uno que otro chisme, casi nadie parecía estar sentado de la manera correcta en el pupitre, una pareja se besuqueaba en la esquina contraria, era un completo caos, ¿cómo era posible? Al girar su cabeza en busca del profesor, intentando descifrar por qué sus tan apreciadas reglas habían sido ignoradas y no salía ni un reclamo de sus labios, divisó una silla vacía en el escritorio—. Gracias, Dios—exclamó con emoción mirando al techo y disponiéndose a preguntarle a su vecino, en un intento por hacerlo hablar, la razón de la ausencia del señor Massey.

—Oye, ¿dónde está...—frenó en seco, el chico ubicado tras él parecía no poder respirar, su rostro se notaba mojado y de un tono casi carmesí, sus ojos yacían inyectados en angustia y lágrimas, sus uñas no paraban de intentar rayar la obscura madera de su mesa. Jack estaba paralizado, su mueca de alegría se había esfumado, siendo remplazada por un gesto de incredulidad e impotencia—. Mierda—susurró para él mismo.

Se levantó de su silla con prisa, sin importarle tirar su iPod al momento, se agachó para equilibrar su altura y poder ver a su extraño y hasta misterioso compañero a los ojos; no obstante, el castaño los ocultó con su mano, debajo de la manga de su sudadera—. ¿Qué pasa?—intentó quitar su brazo del camino sin éxito.  Su actitud relajada y jocosa lo habían abandonado, ¿se iba a morir? ¿estaba sufriendo un ataque? No estaba seguro, por lo que optó por la opción más sensata, se levantó y, halándolo del hombro, logró, con mucha dificultad, que se levanta de la silla; agarró sus antebrazos con firmeza y mirándolo fijamente le dijo con una voz suave que inspiraba confianza—, te voy a llevar con la enfermera, ¿está bien?

Alex se quedó paralizado, bajando su rostro inmediatamente después, se sentía expuesto.

—Necesito que cooperes.

Jack frunció sus cejas inseguro de su plan, era la persona menos capaz para tal acción, mas, sabía que no había otra forma, que el chico nuevo era tan terco que no habría manera en el mundo de hacerlo caminar hasta la enfermería, menos en ese estado. Con rapidez acostó a Alex sobre sus brazos, los cuales temblaban al sostenerlo, el chico no era pesado, de hecho se sentía sospechosamente liviano; sin embargo, Jack no contaba con fuerza ni habilidad física alguna, era muy delgado y uno juraría que no tenía músculo alguno. Sin importarle esto y aún defraudando sus principios en contra de la actividad física de tal magnitud, corrió, ignorando las miradas curiosas y quizá prejuiciosas de las que era blanco.

Roses || JalexWhere stories live. Discover now