veintidós

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El cuerpo de Alex se estrelló contra el suelo, era ligero por lo que no llamó mucho la atención, exceptuando el ruido de sus palmas  chocando contra la superficie fría de cerámica. La expresión en su rostro era extrañamente monótona, reflejando miseria y una pizca de resignación, sus ojos estaban al borde del colapso, pero permanecían nublados, cristalizando la vista de Alex, al menos hasta que los cerró por el impacto del pie de Jason sobre su costado, derramando un par de solitarias lágrimas por sus mejillas, lo peor estaba a punto de llegar. La punta del calzado deportivo golpeaba repetidas veces el abdomen del chico, causándole a sus órganos una lluvia de punzadas y haciendo que su piel doliera y se tiñera de una nueva gama de colores por debajo de su ropa. Jason esbozó una retorcida mueca de satisfacción al oír los chillidos que su víctima ahogaba.

El profesor de ciencias se había ausentado debido a una emergencia familiar imprevista, por lo que la clase de Alex tenía una hora libre, la mayoría de sus compañeros se habían retirado a áreas comunes, exceptuando, claro está, por Jason, quien para su mala suerte aprovecharía el percance para desahogarse con él. El pasillo estaba desierto y no había aulas ocupadas cerca, el único peligro eran los baños ubicados unos pocos metros detrás, lo que le daba al musculoso chico oportunidad de usar como saco de boxeo al frágil cuerpo de Alex.

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Jack cerró la puerta del salón suspirando pesadamente, aliviado de haber podido salir de ahí. Odiaba la clase de historia, odiaba a la señorita Martínez y sus métodos poco prácticos de enseñanza, a su voz aburrida que seguía retumbando en su cabeza por más lejos que estuviera del aula. Normalmente no se irritaría con tanta facilidad, su mente tenía una especie de mecanismo para filtrar ruidos sin importancia, era como si sólo pudiese prestar atención a una cosa a la vez; sin embargo, después de lo sucedido aquella fría mañana de lunes casi dos semanas atrás, su cabeza simplemente se mantenía en piloto automático, captando los sonidos y las imágenes al rededor de él, pero sin poder centrarse en ellas volviéndolas algo molestas.

Caminó por los pasillos vacíos escuchando las voces de los maestros casi bloqueadas por las puertas y las paredes de los salones, arrastraba sus pies desganado, deslizando la gastada suela de sus tenis por el suelo, encorvándose más de lo normal. No podía sentir nada fuera de incomodidad, tanto física como mental, sintiéndose atrapado en su propio cuerpo, queriendo arrancar su piel y sus músculos para acabar con ese hormigueo terrible que subía desde sus piernas hasta la punta de sus dedos, deseaba más que nada despertar en su cama esa mañana de septiembre, botando los últimos dos meses de su vida. Se lamentaba en sus pensamientos hasta que escuchó fuertes golpes provenientes de la dirección a la que se dirigía. Supuso que debía de ser alguna pareja besuqueándose y tocándose que se saltaba las clases cerca de los baños, era común que pasaran ese tipo de cosas en aquel lugar pues raramente los pasillos circundantes eran utilizados. Sería más que vergonzoso encontrarse con ambas personas en un momento tan íntimo para ellas, mas, a este punto, no le importaba nada.

Justo cuando cruzaba por un pasillo perpendicular al que lo llevaría a los sanitarios, sus ojos se clavaron en la escena que causaba los ruidos, y estaba lejos de ser lo que esperaba. Un chico de espaldas portando una chaqueta con la mascota de la escuela en la parte trasera parecía estar ocupado pateando algo que, en la posición en la que estaba Jack, era bloqueado por las piernas del chico, hasta que al avanzar un poco más pudo notar mechones de cabello color miel desparramados sobre el piso, develando un rostro inmerso en sufrimiento. Los ojos de Alex estaban cerrados y fruncidos, como tratando de aligerar el dolor en vano, de sus labios colgaba un hilo rojo dejando algunas diminutas manchas que resaltaban sobre el blanco del suelo, sus manos estaban cubriendo inútilmente su cabeza y su cuerpo se arqueaba con cada impacto. El corazón de Jack se hundió en su pecho, presionando sus pulmones y haciéndosele difícil respirar, sentía como su estómago ardía con rabia e impotencia, mas sus extremidades permanecían sueltas, como si todas sus fuerzas se hubiesen drenado de un momento a otro y estuviese a punto de colapsar.

Roses || JalexWhere stories live. Discover now