veintiocho

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—¡Jack Bassam Barakat!

—Mierda...

∆∆∆

El cielo se había cubierto con un estrellado manto, disipando las nubes y enfriando la atmósfera, la luna se encontraba clavada en la parte más alta de la bóveda, iluminando tenuemente los tejados de las casas que se alzaban en los suburbios de Baltimore, filtrándose por entre la tela de las cortinas. Alex estaba dormido plácidamente sobre la cama de Jack, con una mano arrojada al lado de su cabeza y la otra reposando sobre su estómago que subía y bajaba al ritmo de su respiración. Se le veía tranquilo y en paz para variar, a pesar de no estar soñando con nada en concreto, el chico descansaba de lo caótica y estresante que se había vuelto su vida, y de los repentinos y terribles pensamientos que se cruzaban en su mente a lo largo del día.

Su ligero sueño fue interrumpido por una especie de murmullo que no logró entender, pero era lo suficientemente específico como para descartar que hubiese sido producto de una coincidencia.

—Lex—se volvió a oír un ligero susurro desde el fondo de las penumbras que reinaban en la habitación—, ¡Lexi!

—¿Huh?—murmuró Alex suspirando, despegando sus pesados párpados y adaptando sus pupilas a la inmensa obscuridad, escaneando, como podía, la alcoba para descubrir de dónde provenían esos ruidos.

—¿Puedo pasar?—la puerta se separó con lentitud del marco, develando una silueta amorfa con rasgos casi invisibles, que por la altura, y las circunstancias, el mareado cerebro de Alex la identificó como Jack.

—Jacky, te vas a meter en problemas—arrastró sus palabras mezclándolas con un suave bostezo—, recuerda que estás castigado.

—No importa—Jack gruñó entrando al cuarto de todas formas, con pasos ligeros y cerrando discretamente la puerta detrás de él, caminando hasta la cama donde Alex yacía acostado todavía, y sentándose al borde de esta—. Rayos, ¿estabas dormido?—preguntó al ver los obvios signos proyectados sobre el rostro del chico.

Alex mordió su labio inferior, enfocando su vista a un punto aleatorio en la sábana que cubría el colchón debajo de él. Jack, en efecto, lo había despertado. Normalmente, eso hubiese logrado molestarlo y sacar una actitud mezquina y apática; no obstante, el chico no podía enojarse con Jack, y haría lo que fuera por pasar tiempo con él, incluso cuando significaba perder algunas horas de sueño.

—Oh, Lexi, lo siento mucho—dijo al no oír contestación e intuir una respuesta positiva—. Si, quieres me voy, yo sé lo mucho que te cuesta dormir y hoy fue un día muy cansado para los dos, yo...

—¡No!—exclamó en un volumen bajo, cubriéndose la cara con ambas manos al darse cuenta de lo necesitado que había sonado—, quiero decir, está bien, Jacky, puedes quedarte el tiempo que quieras, es tu habitación ¿no?

Jack soltó una pequeña risa y negó con la cabeza, Alex era el chico más adorable del mundo sin duda alguna y se sentía más que feliz por tenerlo a su lado después de todo el desorden en el que ambos se habían visto envueltos—. ¿Puedo acostarme?

La cara de Alex enrojeció como un tomate, lo cual ya no se molestaba en esconder, pues al saber que Jack también gustaba de él, la necesidad de esconder las reacciones involuntarias de su cuerpo había desaparecido, algunas veces inclusive hacía esfuerzos para que Jack lo notara y le dijera algún cumplido. Le encantaba ser el centro de atención de ese lindo y extraño chico—. Claro, Jacky.

Jack sonrío depositando un beso en la helada y enrojecida punta de la nariz de Alex, infiltrándose por debajo de las cobijas hasta quedar acostado sobre su costado izquierdo, cara a cara con su pálido amigo. La cama de Jack era de tamaño individual, pero ambos chicos tenían una complexión delgada que permitía que estuviesen cómodos y que aún sobrase espacio en la superficie del colchón, el único problema eran las largas piernas de Jack que sobresalían de la cobija enfriando sus pies, por lo que las colocó dobladas alrededor de las de Alex.

Roses || JalexWhere stories live. Discover now