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Entraron al plantel siendo víctimas de miradas prejuiciosas, algo ya muy común para ellos, era su penúltimo año de preparatoria y la gente parecía no dejar de lado los rumores. Jack caminaba irregularmente, casi chistoso, con una extraña postura, que, de alguna manera, acentuaba su estatura y complexión alargada. Llevaba unos jeans de mezclilla sujetados por un cinturón negro, y una playera blanca bajo una sudadera con cierre roja. Zack, por su parte, se movía de forma discreta, insegura incluso para alguien de su posición, un miembro del equipo escolar de fútbol americano, de hermosos ojos azul verduzco y una cara que bien demostraría por qué era él el sueño de muchas chicas en el colegio. Y eso era precisamente lo que desconcertaba a todos, el hecho de que alguien como Zack, quien tenía toda la pinta de niño bonito estuviera con Jack, un chico raro, que aunque carismático y divertido, caía en lo inusual, no rechazado, pero cuestionado. Aún con esto, ellos dos parecían ignorar, incluso desconocer las preguntas y las quejas de los demás.

—Tenemos clases separadas ahora mismo—Jack hizo una mueca mientras, recargado en los casilleros comparaba su horario con el de su amigo.

—Hola, Zack—un grupo de chicas que pasaban por ahí saludaron al de ojos azules con una actitud coqueta, cosa que lo incomodó, haciendo lo contrario con su amigo quien sólo las siguió con la mirada y un gesto un tanto pícaro.

Zack lo sacó del trance con suave golpe en la nuca.

—No entiendo cómo no les haces caso—dijo Jack posando su codo en el hombro de su amigo—. Tienes a media escuela bajo tus pies, y sigues virgen—recibió otro golpe en las costillas—. Hey, no había necesidad.

—Fue por gusto...

Fue interrumpido por la campana indicando el inicio de clases. Los pasillos se llenaron de gente apurada y olor a libretas nuevas, parecían andar en manadas transportándose a sus salones correspondientes, algunos más perdidos que otros. Un verdadero espectáculo a ojos de Jack, no entendía tanta preocupación. Se separó de su amigo para dirigirse al salón de Matemáticas III.

—Buenos días—saludó entrando al aula con la clase ya empezada—, ¿puedo pasar?

—Barakat—suspiró el señor de unos sesenta años, vistiendo una camisa tinta bajo un saco color beige—, tarde en el primer día.

—Hay que iniciar sin espectativas—sonrió encogiéndose de hombros y sacando unas risas de los alumnos de adelante.

—Que no se repita—murmuró rendido el profesor—. Pase y siéntese.

Jack ocupó el único lugar vacío, el penúltimo asiento de la última fila, pegada a la ventana con vista al campo de fútbol. Se alegró al descubrir que era un buen lugar para no hacer nada, el rango visual del maestro estaba bloqueado y no podría mirarle. Se recostó sobre el pupitre y se dispuso a dormir, sería una clase introductoria, así que no había nada de qué preocuparse.

Abrió los ojos para encontrar un salón medio vacío, las únicas personas que se encontraban ahí estaban o guardando sus cosas o terminando de anotar lo que estaba escrito en el pizarrón. Levantó la mirada, algo desorientado y al enfocar lo primero que leyó fue la palabra tarea. Confundido y alarmado volteó con rapidez hacia el lugar tras de él.

—Oye, ¿sabes qué tenemos que hacer?—se detuvo en seco. Una cara nueva. Un chico de facciones delicadas, ojos castaños y cabello café claro con cejas tupidas—no mejores que las mías, pensaba—se encontraba ahí, clavando sus penetrantes orbes sobre él. Su cara parecía apática pero temerosa. Jack volteó hacia su libreta la cual estaba cubierta con dibujos de rosas.

—¿Eres nuevo?—preguntó como si no fuese obvio. El chico no contestó—. Uh, soy Jack, Jack Barakat—sonrió, pero, de nuevo, no reciprocó su acción—. Es un apellido extraño, lo sé, me lo dicen mucho, es libanés, de hecho...

Alex dejó hablando sólo al chico, se llevó su libreta ya cerrada bajo el brazo y ocultando la cara caminando con rapidez hacia la salida.

—Mierda—exclamó para sí mismo—. ¿Hablé de más?

Al iniciar el receso, Alex evadió por completo a Rian, quien se había convertido en su guía designado por su madre. Realmente no quería incomodarlo, él debía de tener ya un grupo de amigos y sería muy raro llegar con un chico nuevo, además que no quería tratar con gente. Ya en las pasadas dos clases había sido el centro de atención por ser el nuevo estudiante inglés, necesitaba descansar, estaba ya muy agotado de tanta interacción social, sin contar el encuentro con ese chico moreno en la primera hora. Decidió que el mejor lugar para pasar su tiempo libre era en las gradas de aquel campo que había divisado en matemáticas, el equipo se hallaría comiendo a esa hora y no habría nadie que lo molestase, al menos eso pensaba.

Al llegar a su destino se dio cuenta que no había sido el único con tal idea. En la cuarta grada estaba el chico de la primera clase, no recordaba su nombre con claridad, era extraño, en otro idioma, junto con un chico más bajo que él, de tez clara y apariencia musculosa. Parecían estar platicando y riendo. Él se ocultó bajo la estructura, recargando su espalda en una de las vigas que la sostenían, sentándose en el duro piso de concreto. No estaba acostumbrado a comer tan temprano, de hecho su dieta constaba de dos comidas ligeras a lo largo del día, cuando le diera hambre. Sacó su cuaderno de pasta pintada de negro con un triste plumón, hojas manchadas y dobladas, y una pluma decidido a continuar con sus dibujos. Alex jamás había ido con un especialista en salud mental y estaba más que claro que lo necesitaba; no obstante, había encontrado un escape en el dibujo y la escritura, preferiblemente el primero si no quería llorar. Amaba las rosas, era una obsesión, algo peculiar, fáciles de dibujar y nunca iguales, le fascinaban y le brindaban un descanso a su ajetreado cerebro. La punta del bolígrafo danzaba sobre la rayada página del cuaderno, espiada por sus ojos que miraban el trazo atentamente, le encantaba.

Un lejano e irritable sonido lo hizo regresar a la realidad, su tiempo se había acabado, y, aunque seguiría así el resto de las clases, sin duda el aire libre era mejor que estar encerrado entre cuatro paredes con un ambiente lleno de tensión y murmullos de sus compañeros. Suspiró y se apuró a incorporarse en las clases correspondientes.

—Él es—exclamó Jack al ver al sombrío chico nuevo alejarse hacia el edificio—. Es de quien te conté.

—¿No podías gritarlo más alto? Creo que no te oyó.

—Le hablé en la cara y no me oyó—levantó sus cejas—. Es incluso más extraño que yo.

—No, imposible.

—Como sea—Jack bajó de las gradas—. Es medio imbécil.

Y sí, tenía razón, era medio imbécil. De hecho, durante todo el camino de regreso a su nueva casa a unas cuadras del plantel, asistido por Rian Dawson, el único 'conocido' con quien contaba, no había interactuado con su guía, lo había ignorado, ni siquiera se había dignado a dirigirle la mirada, frustrando todos los intentos del alegre chico por entablar una conversación con él. Mas, Rian lo comprendía, él no sabía cómo reaccionaría si le tocase vivir lo que Alex vivió, y sentir lo que Alex sintió con lo que le pasó a su hermano. No quedaba nada más que tenerle paciencia y brindarle una mano para cuando decidiera tomarla.

Roses || JalexWhere stories live. Discover now