Roses || Jalex

treinta y dos (parte dos)

BraveDiAngelo

Vi por el grupo que dijiste que el próximo domingo era tu cumpleaños, entonces, feliz cumpleaños✨️! Espero te la pases bien!

(También escribí un capítulo sólo para que lo leyeras en tu cumpleaños, espero te guste)

♡♡♡

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Necesitas cubrirte los ojos, Lex-, Jack lo abrazó por atrás subiendo las manos hasta la cara del castaño, a la par que les hacía una seña a sus amigos para que se fueran.

-Jack, pero si estamos literalmente enfrente-, rió Alex dejándose llevar por la actitud juguetona de su novio.

-Pero quiero ver la expresión exacta cuando lo veas-, le contestó el rubio con una voz suave y llena de ternura, como las que usaba cuando sus manos estaban envueltas en las del pálido chico y todo parecía detenerse, lo más cercano que se podía estar a escuchar sus pensamientos.

El castaño esbozó una pequeña sonrisa y dejó de resistirse-. Bien, guíame entonces.

Jack caminaba por detrás de su casi-novio, arrastrando las delgadas y largas piernas de éste, sin saber si debía simplemente confiar en él y tomar su mano o, de plano, negarle la opción de ver, Alex podía ser bastante tramposo.

Cuando estuvieron frente a la gran escenografía planeada por Jack, éste la admiró orgulloso, sintiendo una emoción que subía desde su abdomen hasta sus manos. Sabía que Alex adoraba a las princesas, y quería hacerlo sentir como una, una cenicienta con una noche para olvidar todo lo que sufría en aquella polvienta y obscura casa. El rubio dejó salir un suspiro, como si estuviese preparándose para lo que viniese a continuación. Si bien, era más que obvio que a Alex le iba a encantar aquel detalle, él necesitaba que fuera perfecto, que no se quedara en una cena hermosa y una linda noche, que fuera su escape de cuento de hadas.

-¿Listo?-, susurró con un tono dulce en el oído del castaño.

-Siempre-, respondió con una emoción ahogada.

Jack quitó las manos de los ojos de Alex e inmediatamente pegó una carrera para el frente del chico, como protagonizando la portada de la hermosa escena ante los castaños ojos de su acompañante. Y lo único que pudo hacer el delgado y pálido chico al clavar esa brillante mirada en aquella imagen, fue perder la fuerza necesaria para sostenerse.

En medio de ese bosque artificial, con vistosas y exóticas plantas que dejaban caer sus hojas en cascada y de las cuales brotaban coloridas flores que apenas eran protagonistas, se alzaba una pequeña mesa para dos. Era un mueble de plástico, pero nadie lo notaría porque estaba cubierto con un hermoso y satinado mantel color perla, anclado en los bordes por plantas rastreras, flores cortadas y pequeñas velas brillando dentro de cristales de todo tipo. En la superficie se podían ver manteles de un rosado apenas destacable, sosteniendo cada uno dos platos y un juego de cubiertos de plata provenientes de la vajilla fina de los Barakat, además de una copa de cristal.

En el centro de la mesa había un arreglo de flores, que May había pedido en una florería local, que combinaba perfectamente con la tenue paleta. Se encontraba también un pequeño objeto metálico que sostenía tres velas, rodeado de pequeños cristales y de conchitas y caracolas provenientes de las heladas playas de Baltimore. Dos sillas rodeaban el centro de atención, que Alex de inmediato reconoció, eran las del jardín de Rian, muebles metálicos con formas fitomorfas y fluidas labradas en hierro. Y, enmarcando la bella escena, habían un par de cercas altas de madera, cubiertas por enredaderas y de las que colgaban una serie de focos de navidad de luz cálida.