veintisiete

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Los dedos de Jack caían uno a uno sobre la superficie plástica y obscura del volante, siguiendo el ritmo de la batería en Hateful Notebook, estirando su cuello hacia su derecha sin separar sus ojos del camino, recibiendo la punta de la pajilla del ICEE que Alex le ofrecía, acercando el recipiente con el colorido y azucarado brebaje a su amigo para que pudiera tomar sin dejar de prestar atención a la conducción del vehículo.

El suelo de la camioneta estaba tapizado con restos de lo que había sido el desayuno de ambos chicos, desde diminutas migajas, hasta grandes pedazos de este. Había envolturas abiertas por doquier, sobras de comida y hasta empaques todavía sellados. El olor que se acumularía sería un problema de no ser por las ventanas abiertas que dejaban pasar una fría corriente de aire con aroma a pino y tierra mojada. Era casi medio día, pero el cielo no había adquirido su característico tono azul aún, la luz del sol atravesaba las pálidas nubes que lloraban sobre las copas desnudas de los árboles latifoleados moribundos y las puntas aún verdes de las altas coníferas que pinchaban la atmósfera. La carretera había dejado de ser una línea recta con asfalto bien conservado y vallas de madera enmarcando la vía, para convertirse en un camino apenas visible de tierra, con una superficie irregular y llena de molestas piedras, la cual se iba transformando en lodo por la brisa que cargaba con una suave lluvia. El entorno iba cayendo con más peso cuanto más avanzaban, volviéndose húmedo y un poco sofocante, indicando que estaban acercándose a la costa.

Jack vestía una hermosa y brillante sonrisa, develando sus dientes teñidos de morado, encuadrados con alguna que otra mancha de queso fundido en los bordes de sus labios. Alex llevaba una fina capa de polvo anaranjado sobre sus dedos, que por más que los lamiera, el color ya se había impregnado en su piel; al igual que su amigo, las comisuras de su boca formaban una discreta pero hermosa línea curva. De no ser por las estridentes canciones de Descendents, en la camioneta reinaría un silencio casi espectral, pues Jack sólo hablaba para pedirle a Alex que le acercara alguna fritura o bebida, acción que el de cabello miel acataba con gusto. En otro momento, la falta de ruido ahogaría a Jack, haciéndolo sentir incómodo, como si sus huesos no se pudiesen asentar dentro de su piel, tenía que oír algo constantemente para evitar ; sin embargo, la presencia de Alex lo cambiaba todo, podría pasar toda una vida sin ruido con tal de estar con él, aunque eso era exagerar. Tal vez el escandaloso ritmo de sus latidos era suficiente para disgregar el silencio que de otra forma lo volvería loco.

Jack murmuraba la letra de la canción acompañando a la voz de Milo Aukerman, bajando y subiendo la cabeza, deslizando su cuerpo al mismo son que la melodía, con un radiante ánimo y movimientos energéticos. Alex lo observaba con fascinación, el chico era ridículo, un desastre poco estético, una especie de remolino vivaz lleno de brío y emoción, descoordinado y vergonzoso, pero era parte de su encanto. Todos esos pequeños desperfectos que alejarían a más de una persona, eran los detalles que más le atraían a Alex, pues hacían a Jack, Jack.

Hateful Notebook acabó, dándole paso a las guitarras iniciales de We, la siguiente canción del álbum Everything Sucks, una de las primeras adquisiciones de la que se volvería una gran colección de CDs, que Alex había encontrado en la guantera, quizá olvidado después de un largo viaje familiar, pues según Jack, se había dado por perdido.

—Me encanta esta canción-dijo subiendo el volumen con media galleta entre los labios.

A mí también-pensó Alex sin poder externar las palabras, más allá de su cabeza.

I don't care what they say, those numbers don't mean a thing, we've got it made—cantó sin la mínima chispa de afinación, lo cual no importaba mucho por el estilo de los vocales y la fuerza de los instrumentos de fondo.

Roses || JalexWhere stories live. Discover now