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Las suelas de sus zapatos vagamente se despegaban del piso, marcándole el paso a las desgastadas ruedas de la maleta roja. Sus pantalones de mezclilla con los bordes deshilachados alcanzaban a tocar el suelo, su aspecto era deprimente, su esbelta figura se encorvaba haciéndolo parecer más bajo de lo que en realidad era, su rostro no se levantaba, salvo cuando le revisaron el pasaporte, oculto con la capucha de una vieja sudadera. Suspiró inspeccionando el número en el asiento de su boleto para después fijar su vista en el que sería su lugar durante el vuelo. Se sentó al lado de la ventanilla no sin antes guardar su pequeña maleta de ruedas en el compartimento superior. Se recostó de lado dándole la espalda a su mamá quien también se acomodaba para el viaje. Su mirada se perdía en el grisáceo cielo inglés. Un chubasco se precipitaba en esos momentos, típico clima londinense. Se entretenía viendo cómo las gotas se movían en la pequeña porción de vidrio visible, recordándole a él.

—Disculpe—llamó una azafata—, disculpe.

Alex se percató de que era él a quien le hablaban. Sacudió su cabeza intentando ahuyentar sus anteriores pensamientos y limpió las lágrimas que bajaban por sus mejillas con la manga de su negra sudadera.

—Ya vamos a despegar, necesito que enderece su asiento y se coloque su cinturón de seguridad—dijo la sobrecargos, una mujer de unos treinta años, rubia de ojos azules y algo separados.

Alex atendió las indicaciones más a la fuerza que por ganas. La azafata esbozó una falsa sonrisa y se retiró.

Isobel posó su mano sobre la de su hijo, exaltándolo medianamente—. Alex, es una gran oportunidad para que los dos comencemos de cero—dijo animada.

Él la miró sin expresión alguna por unos segundos y seguido de esto quitó su mano del agarre metiéndola en el bolsillo de su sudadera. Su madre suspiró decepcionada  y se dispuso a leer una revista que estaba en la parte de atrás del asiento frente suyo. Alex simplemente jugueteaba con sus manos, inmerso en sus pensamientos. Sabía de buena mano que su madre no se mudaba por él, sino por sí misma, su motivación para todo lo que hacía desde que su padre los dejó. Le molestaban esas actitudes que le daban por tomar, hacerse pasar por una madre atenta con su hijo, presente, cuando en realidad  era todo lo contrario, y Alex la recordaba así desde que tenía uso de razón. Decidió que realmente no valía la pena pasar el largo vuelo de Londres a Nueva York pensando en ella, así que sacó un mp3 de su pantalón y lo conectó con los audífonos posados alrededor de su cuello para después subirlos a su cabeza. Una canción de Descendents , la banda favorita de Tom, I'm not a loser inundó sus oídos. Alex la cambió por Carousel de Blink-182. No tenia ganas de pensar en él, no en ese momento.

El vuelo fue aburrido, molesto quizá. Los asientos estaban rígidos y estrechos, un niño de dos años lloraba unos lugares alejado de él, dificultándole apreciar la música que emanaba de sus auriculares; sin embargo, nada de aquello le enfurecía más que su madre y sus intentos por llamar su atención. No la odiaba, al menos eso creía, simplemente no la consideraba una madre, no después de su negligente trato. Isobel siempre fue una mujer necesitada, él lo había heredado de ella, tanto que se dejó maltratar muchos años por su padre, Peter Gaskarth, tan sólo para que no la dejara; aun así egoísta, poniendo sus propios intereses, necesidades y sentimientos por delante de todo, incluso de sus hijos. Alex estaba seguro que ella tuvo algo de culpa con lo qué pasó con Tom, algo, porque sabía que la otra parte la tenía él.

—Bienvenidos a la ciudad de Nueva York, son las 14:35hrs, la temperatura está en unos cálidos 72ºF y se espera una ligera lluvia por la tarde. American Airlines le desea una agradable estancia—interrumpió una voz femenina casi robótica el monólogo de Alex.

Ya abajo del avión, Isobel propuso comer en algún restaurante de comida rápida para esperar su siguiente y final vuelo hacia Baltimore. Alex aceptó a regañadientes, no era como si se pudiese escapar de igual forma.

Durante toda la comida y el siguiente vuelo, mucho más corto que el anterior, el castaño fue víctima de su vieja enemiga, la ansiedad. Vaya que le hacía falta un cambio, odiaba mirar aquella ventana de su habitación y ver las sombras de su infancia, ver a Tom, recordar su cuerpo desplomado en el suelo maltratado de madera rodeado por pedazos de vidrio y charcos de alcohol, oír el eco de su risa azotar contra las paredes marfil del pequeño cuarto que les pertenecía a ambos. Detestaba su escuela, tratar con los mismos rostros y escuchar siempre las mismas voces que lo conocieron antes de la tragedia, cuchicheando sobre cómo se había apagado poco a poco. Lo aborrecía todo y a todos. Otro país quizá desapareciera parcialmente los fantasmas de Tom, le daría la oportunidad de comenzar de nuevo, cosa que anhelaba, mas también temía. Alex no era una persona sociable ni mucho menos, no era interesante, bien parecido o divertido, era simplemente un chico gris inmerso en recuerdos que se habían ido, le costaría mucho adaptarse, ni hablar de trabar amistades. El proceso de acostumbrarse a un nuevo ambiente sonaba agotador y no se creía listo para ello. No sabía qué era peor a este punto, después de su análisis, si quedarse o irse de Essex, pero ya estaba ahí y no había vuelta atrás.

Una mujer de baja estatura y tintes americanos, cabello rubio y corto evidentemente teñido con un fleco recto, ojos redondos y apariencia bonachona con una alegre sonrisa sostenía un letrero con su apellido escrito en él. La señora Rogers, una vieja amiga de facultad de su madre, quien le había ofrecido un trabajo en la ciudad, y la razón por la que estuvieran ahí.

—¡Isobel, hola!—saludó con ese peculiar acento—. ¿Cómo les fue de viaje?

—Oh, Kathi, muy bien, muchas gracias—la abrazó.

—Él es mi hijo Rian—señaló a un chico que estaba parado tras de ella. Era más bajo que Alex, con la misma sonrisa encantadora de su madre, de ojos café claro y pelo obscuro medianamente largo casi tapándole la visión.

—Mucho gusto, señora Gaskarth—dijo con una voz un tanto divertida para Alex.

—El gusto es mío—sonrió Isobel casi asqueando a su hijo—. Él es Alex—presentó al adolescente desarreglado con cabello miel y flequillo de lado.

—Hola, Alex.

No hubo respuesta.

Isobel amenazó por lo bajo a su hijo para no hacerla quedar mal, Rian parecía un chico amable y educado, lo mínimo que su hijo podía hacer era saludar. La señora Rogers se dio cuenta de lo que su amiga hacía, y para evitar poner más incómodo al chico decidió intervenir.

—Déjame te ayudo con tus maletas—tomó la de Alex regalándole una sonrisa—Rian, ayúdale a Isobel. Los llevaremos a su nuevo hogar.

N/A: Esta historia se lleva a cabo en un universo alternativo. Se ambienta en 2004 (este capítulo, al menos). Los físicos de los personajes son de distintas épocas, el de Alex, Jack y Rian están basados en la era de Put Up or Shut Up y el de Zack en la de So wrong, it's right. Gracias por leer, si tienen alguna duda, sugerencia o algo que decir no olviden comentar.

Roses || JalexWhere stories live. Discover now