Epílogo

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Muchos años más adelante.

Madison Davies.

 Corro tan rápido como puedo y entro a la oficina de policías, entro y localizo a Joshua, un amigo que conozco desde que empecé a estudiar trabajo social. Joshua es un tipo alto, tez morena, ojos entre verdes y café, una sonrisa linda como su personalidad.

–Hola, chica–me saluda mientras besa mi cabeza.

–Hola, Jo.

Ambos nos adentramos más a lugar, hablamos con algunos oficiales que nos indican donde estan los hermanos que irán a un lugar hasta que se defina la situación de sus padres. Ellos han sufrido golpes e insultos por parte de ambos progenitores que todos queremos conseguirles a alguien que les de ese amor que necesitan. Al salir voy directo a mi casa, voy hasta el cuarto de Aedus y me acerco a él.

–Ya vine, ¿Quieres algo?

Él niega.

–Ven, acércate.

Tomo siento junto a él. Su rostro lleno de arrugas me hace saber que el tiempo a pasado muy rápido.

–Dime.

–¿Podrías llevarme a verla?

Dudo.

–No sé, recuerda lo que pasó. Lía ya no nos recuerda, no quiero que pase de nuevo.

Aedus tose.

–Solo quiero verla, ella es la mujer que amo. No me importa si tengo que pasarme por un amigo, solo llévame.

Asiento.

–Te ayudaré a arreglarte.

El hombre que a sido como un padre para mí, que ayudó a mi hermana cuando estaba en la oscuridad, sonríe y con algo de torpeza se levanta. Aedus ya es un señor de edad y aunque hace más de dos años Lía sufre de Alzheimer, Aedus insiste en verla cada vez que se siente bien. La de ambos es tan avanzada que él no quiere separarse de ella. Cuando los dos estamos listos, nos subimos al auto y conduzco hasta el ancianato. La decisión fue de todos, ya que Lía al no reconocernos se ponía violenta y desde que la llevamos a ese lugar, a estado mejor. Al llegar el viejo a Aedus casi se cae por salir del auto. Vamos hasta recepción y la señorita que nos atiende nos deja pasar de una vez, ella sabe quién somos. Caminamos por un pasillo hasta un jardín grande y hermoso, lleno de flores y árboles por doquier.

–La señora Lía está junto al árbol, si necesitan algo me avisan.

–Gracias.

Le doy una sonrisa sincera y me volteo para tomar el brazo de Aedus, pero éste con ayuda de su bastón va yendo hacia el amor de su vida. Doy pasos rápidos y llego a su lado.

–Deja que te ayude.

–Rubia, es el amor de mi vida, en algún momento tendrá que reconocerme.

–Pero no sabemos cuándo, yo los amo y no quiero que les pase algo malo.

–Estoy bien, lo estaré más si hablo con ella.

Cuando llegamos Lía está viendo un punto fijo del pasto, la primera en acercarse soy yo.

–Hola, Lía.

Sus ojos cafés me observan.

–Hola, niña.

Sonrío.

–¿Cómo estás?–mis ojos se nublan al ver que ella nos observa con desconfianza–Soy Madison, tu hermanita.

Sus ojos se achinan un poco para después abrirse tan grande.

SálvameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora