Capítulo veintinueve.

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La morena tiró de mi pelo haciendo que mi beso con Aedus se corte.

–¡Eres una maldita zorra!

Sabrina levanta la mano dispuesta a golpearme, pero antes de que su mano aterrice en mi mejilla la mano de Aedus se interpone entre ella y yo.

–No te atrevas a tocarla, Sabrina.

–¿O qué?–respondió aún más enojada.

–O no respondo.

La morena dudó un segundo, pero después de pensarselo mejor, decidió irse.

–Yo diría que está un poquito loca por ti–Aedus me miró como si no hablara enserio–¿Qué? No fui yo la que la dejó.

–¿Si viste por qué la dejé?–asentí–Bueno, por eso y otra cosa.

–Uh–hablé intrigada–¿Qué otra cosa?

–No quieres saber.

–Soy algo chismosa–respondí divertida.

–¿En serio quieres saber, Lía?–asentí–Hay otra chica.

–¿Y ya le dijiste?

Pero él negó.

–Primero quiero estar seguro de que también siente algo por mi.

–Pues tienes que preguntarle–respondí–Seguro con una de tus sonrisas coquetas te dice todo lo que quieras.

El pelinegro me observa sin decir ninguna palabra, como si viendo mis ojos pudiera ver mi alma.

–Dime algo Lía. ¿Si te doy una de esas sonrisas de las que hablas me dirías todo lo que quiero?

No respondí y para ser sincera, no me esperaba esa pregunta.

–Depende de lo que quieras saber.

–¿Te interesa alguien en estos momentos?–asentí–¿Quién es?

–¿Por qué quieres saber, Aedus?

Él dudó.

–Solo quiero saber si lo conozco–respondió alzando los hombros, como si así le restara importancia al asunto.

–Si lo conoces y para ser sincera, más de lo que crees.

–¿Más de lo que creo?–repitió pensativo.

–Así es.

Sus ojos grises no me perdieron de vista. Su mirada era tan penetrante que esta vez sí sentí que podía ver mi alma, me empezaba a sentir nerviosa y con calor. Aunque afuera empezaba hacer frío, el otoño ya estaba aquí y el frío no daba tregua de nada.

–¿Qué es lo qué no me estás diciendo, niña?

–Hace mucho no me llamas así.

Quería desviar su atención del tema en el que estábamos. No quiero pasar vergüenza si se llega a entersr que él está haciendo que mi corazón se aloque y saber que alguien más le gusta y que por eso dejó a la morena me hacía sentir mal.

–Hay costumbres que no se deben dejar perder.

–¿Por qué hablas tan misterioso?

Su labio tiró un poco hacia arriba dejando ver media sonrisa.

–¿Acaso te pongo nerviosa, niña?–negué.

Ambos aún estamos de pie frente a frente. Los labios de Aedus se entre abrieron un poco y podía ver como su pecho subía y bajaba. El traje que lleva puesto lo hace ver más maduro y más guapo de lo que ya es, su pelo se encuentra un poco ondulado y está perfectamente peinado. Aedus da un paso a mi pero yo retrocedo.

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