Capítulo veinticinco.

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–¡Nos atacan!–gritó Azael.

Rápidamente me tiré al suelo y me metí debajo de la mesa. Vi desde abajo de la mesa como Azael se levantaba del piso e iniciaba a disparar, el corazón de nuevo empezó a latir me con fuerza, empezaba a creer que en alguno de esos momentos podría darme un paro cardíaco, ya había tenido muchas emociones para mi corta vida. Los cristales cayendo al piso se oían y podía ver cómo los hombres de Azael corrían a apoyarlo, pero algunos caían al piso heridos o para su mala suerte, muertos.

Empecé a maquinar una forma de salir pero si me levantaba o salía del lugar podría recibir un balazo y no quería, pero también podría morir si me quedo quieta. Gatee hasta el rincón de la casa y allí vi a mis espaldas, hombres con capuchas negras con grandes armas lograban acercarse más a donde yo estaba, volví a mirar al lugar en donde se encontraba pero ya no estaba.

Ya no es tan valiente.–susurró mi subconsciente.

–Claro que no–me dije a mi misma.

Me levanté del piso y entré a la primera puerta que había encontrándome con la cocina vacía, no había rastros de Gloria y había jurado verla entrar aquí antes de que esto iniciara. Busqué otra salida y no tener que volver a la balacera pero cuando la puerta se abrió quedé quieta en mi lugar.

–Aquí estás.

Esa voz... Esa voz yo la conocía. Me giré lentamente y cuando vi aquellos ojos que tanto extrañaba corrí a abrazarlo. Alex se encuentra frente a mí y cuando mis brazos rodean su cuello me permito soltar lágrimas de felicidad.

–Estás aquí–hablo en medio de mi sollozo–Gracias por venir a salvarme.

–Siempre lo haré, Lía. Ahora vámonos.

Ambos nos separamos y nos tomamos de la mano dispuestos a salir del lugar, salimos de la cocina, la sala estaba vacía y con mucho desorden a su alrededor, muchos vidrios estaban por el piso al igual que tierra de las macetas que ahora estaban echas trizas en el suelo.

–¿Y Aedus?

–Ya debe estar esperándonos, él también estaba disparando.

¿Disparando? Wow, este chico me sorprende. Cuando llegamos a la puerta antes de poder abrirla un disparo nos pone alerta.

–Deja a la chica o muere.

Alex tomó con fuerza mi mano y negó.

–No la dejaré ir–exclamó alzando la voz.

–No, Alex.

Me solté de su mano y le di la cara a Azael. Él estaba con una herida en el hombro, su cara estaba furiosa pero con una mueca de dolor en ella.

–Elijes morir entonces–el hombre frente a nosotros alza la pistola y le da en la pierna a Alex.

–¡Basta! Me iré contigo–hablé llorando–Solo no lo mates–me acerqué a mi mejor amigo y besé su mejilla–Lo siento, al parecer no tendré mi final feliz.

Un disparo. Miré a Álex para asegurarme de que todo estuviera bien y por suerte, lo está. Pero quién no lo está es Azael. Su cuerpo ya estaba tirado en el suelo con sangre saliendo de su cabeza.

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