Capítulo treinta y uno.

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–Han pasado cinco días y la verdad, creo que vas mejorando.

Sophia me mira mientras anota algo en su libreta.

–Eso creo, solo que aveces cuando intento disfrutar el tacto de–No sabía si completar la frase, pero al ver su rostro, me permití hablar bien–Al cerrar los ojos los momentos del pasado me invaden y siento que todo lo que he logrado avanzar se esfuma.

–Nunca dijimos que sería fácil, tú haz pasado por mucho y es comprensible que los recuerdos te hagan retroceder–Sophia me da media sonrisa y toma mis manos–Lía, tú eres más fuerte que eso y en tus ojos puedo ver qué quieres dejar todo atrás.

Al terminar la sesión con la madre de Aedus, decidí irme caminando. Todo a mi alrededor llama mi atención, pues cada vez que me permito salir disfruto de lo que veo y escucho, quiero sentirme bien al ver la gente que camina a mi lado sin pensar que el hombre que viene caminando en mi misma dirección es alguien que puede reconocerme o hacerme daño. El celular que Alex me prestó empieza a sonar así que contesto.

–¿Alo?

Me detengo un segundo esperando a que el semáforo cambie de color.

–Hola, Lía–la voz de Aedus hace que sonría.

–¿Pasa algo?–Pregunto.

Normalmente Aedus no me llama en las mañanas, es donde más trabajo tiene.

–No pasa nada, solo llamo para saber cómo te fue con mi madre.

Sonrío.

–Todo estuvo bien, tu madre dice que llevo un gran avance–la línea se queda en silencio por unos segundos–¿Estás ahí? Podemos hablar más tarde.

En el fondo escucho como cierra un cajón.

–No, solo buscaba unos papeles. Pero me alegra oír eso, sé que podrás seguir adelante.

–Sí. Por cierto, quiero preguntarte algo.

–Claro, dime.

Mientras sigo caminando agarro bien el móvil y respiro.

–¿Haz sabido algo sobre el puesto de trabajo? Sé lo que dije, pero empiezo a pensar que ya alguien más tiene el trabajo.

Aedus ríe y debo admitir que cada vez que él se ríe frente a mí, lo disfruto como nunca, él no suele reírse seguido.

–Para eso también te llamo, el puesto el tuyo.

–¿En serio?–grito y cuando me doy cuenta que la gente me mira feo, me cubro la boca con la mano.

–Te digo la verdad, puedes empezar cuando quieras.

Sintiéndome totalmente feliz le agradezco por la noticia y después de hablar por unos minutos más, cuelgo y vuelvo a casa lo más rápido que puedo. Allí en casa me doy una ducha rápida y me visto con lo más lindo que tengo. Saliendo de la casa le dejo una mensaje a Olga preguntando por Madison y cuando por fin llego al edificio entro. Un joven en recepción me recibe y me deja pasar, subo en el ascensor hasta el último piso y cuando estoy frente a la puerta de la oficina de Adam, los nervios ya los tengo a de pies a cabeza. Golpeo la puerta y cuando escucho su voz, entro.

–Buenos días, señor Williams.

El padre de Aedus está detrás de su escritorio ojeando algunos papeles y bebiendo algo de su taza.

–Hola, Lía. Pasa.

Los ojos cafés del Adam me miran, él se levanta de su asiento y camina a mi.

SálvameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora