Capítulo veintiuno.

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Que Abigail me reprochara lo que estaba haciendo por tratar de que mi mente escape por un instante de este lugar me hacía enfadar. Fui hasta el bar y le pedí un whisky al chico que hoy atendía, miré la escarapela de su nombre cuando me entregó el vaso. Ahora las que trabajamos aquí teníamos derecho de reclamar uno que otro vaso de licor por cada cliente que traíamos y como yo no había reclamado los míos de ayer lo estaba haciendo.

-Gracias, Luis.

Varios vasos vinieron después pero nada lograba calmarme, me levanté de la silla y fui a buscar a Lorena. Cuando llegué a la habitación de ella golpeé y cuando estuve dentro me dio lo de siempre.

-Nos vemos en media hora para el pago-me dijo-te quiero puntual.

Asentí y salí. Entré al baño y allí aspiré poco a poco lo que tenía, permanecí ahí tirada en el piso por diez minutos y después subí las escaleras hasta un cuarto de los que usábamos para trabajar. Tiempo después Lorena abrió la puerta y me sonrió al verme expuesta.

-Sabes que me gusta desnudarte, pero te veo ansiosa así que por esta vez lo dejaré pasar.

Así era como le pagaba la droga a ella, con sexo.

-Acabemos con esto.

Lorena es una chica baja, su pelo es de color negro y azul, ojos marrones y labios rosados.

-Sabes que no me gusta la presión-No respondí. Dejé que ella tocara mis pezones y después dejó un beso en mis labios-Eres tan hermosa.

Su lengua tocó mis labios y después su rostro bajó hasta uno de mis pechos. Dar sexo por dinero o por drogas me estaba resultando igual, ya no tenía nada que perder. Cerré los ojos dejándome llevar por los toques de sus dedos en mi clítoris y cuando lo logré, solté un gemido.

Lorena sacó un vibrador del cuarto y lo puso entre las dos, ella estaba encima de mí moviendo el consolador para sentir más placer y cuando llegué a mi clímax me levanté de la cama, separé sus piernas y pasé mi lengua por su entrada, metí dos dedos dentro de ella y seguí lamiendo su clítoris hasta que la escuché estallar.

-Ven aquí, niña linda-Hice lo que me pidió y cuando ella me abrazó hice una mueca. No me gustan las mujeres pero la droga me había sentir tan plena que accedía a lo que me pedía-Tengo una sorpresa para ti.

-¿Qué es?-pregunté.

Ella sacó una bolsita con polvo blanco y unos porros y juntas acabamos con todo. Después de más sexo oral y dejar que ella me abrace por fin salgo de la habitación para alistarme.

Caminé por el lugar para encontrar a algún hombre al cual llegar llevar a la cama hasta que una risotada a mi lado llama mi atención.

–Por Dios, Aedus–giro mi rostro al oír esa voz–Estás hasta el culo.

Quedo congelada de pie mientras miro a Trevor y Aedus tambaleándose por el lugar.

–Cállate, imbécil–Aedus da un paso a mi sin mirar al frente y yo sigo sin moverme del lugar hasta que él tropieza y cae encima de mi–Mierda, ¿Por qué no miras por dónde andas?

El pelinegro se levanta como puede y cuando su mirada cae en mi se queda quieto, su mirada recorre todo mi cuerpo al tiempo que frunce su ceño.

–Hermano, es mejor que te saque de este lugar–me levanto despacio del suelo y cuando Trevor también me mira suelta una maldición–¿Tú qué haces aquí?–me pregunta.

–Yo...

Me obligo a caminar y me alejo lo más rápido que puedo de ellos hasta que choco con un cuerpo fuerte.

SálvameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora