Capítulo veintidós.

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–No sé como se me puedo haber pasado algo así–Natasha camina de un lado a otro con las manos cerradas en puños–Siempre supe que eras una zorra que se cree muy inteligente.

Sus ojos cayeron en mí tirando dagas de odio. Después de hablar con Aedus vine a la oficina de Natasha y Úrsula, la pelirroja estaba sentada en silencio mientras nos miraba y yo estaba de pie a un lado de un casillero cerca de la puerta y cuando Natasha se me acercó puse mi frente en alto.

–¿Hace cuánto ves a Álex aquí, eh?–la rubia me golpea con su puño haciendo que cierre los ojos por el dolor–Úrsula, dile que lo traigan.

Mi corazón empieza a latir tan fuerte que lo siento más que nunca, mi temor sube cuando minutos después veo entrar a Abraham con Alex a su lado, intenté ver el rostro de mi mejor amigo y una lágrima cayó cuando vi su rostro morado con sangre cayendo de su nariz.

–Alex...

–¿Ves lo qué causas, Lía?–exclama Natasha–Si tan solo le hubieras pedido que no viniera más.

La rubia mira al moreno y éste asiente. Un grito sale de mi garganta cuando veo como lo golpea haciendo que mi mejor amigo caiga al piso, corro hacia a él aún llorando.

–Lo siento–susurré.

–Natasha–por primera vez desde que entré Úrsula habla–Es suficiente, saca a ese niño de aquí.

–Sácalo, Abraham.

El nombrado de un empujón me quita del lado de Alex.

–Es- Espera–hablo–Déjame despedirme.

–No debería dejarte, pero como soy buena persona te dejo.

Ignoro sus palabras llenas de mentiras y me acerco a la oreja de Alex.

–Disculpame, Alex–dejo un beso en su mejilla–Busca a Aedus–susurré en su oído–Buscalo, es hijo de un gran abogado de aquí, cuéntale lo sucedido.

Abraham de un empujón me aleja del cuerpo de mi mejor amigo y como si de un trapo sucio se tratara lo saca a la fuerza de la oficina.

Dos meses después...

Tres meses llevo en este lugar, tres meses donde todo a sido días tras días lleno de sufrimiento. Me encontraba tirada en la cama con Abigahil quién me ponía paños en la cabeza para calmar el dolor de cabeza que sentía a causa de un golpe cuando una figura que había en un cuarto oscuro cayera de algún lado golpeando mi cabeza. La rubia sacaba cada oportunidad para golpearme o dejarme en un cuarto sucio con hombres dispuestos a violarme.

–Estarás bien, no te preocupes–Abi me sonríe con ternura y aprieta con delicadeza mi mano.

–Creo–tosí–Creo que esta noche no podré ver a Aedus.

Aedus había sido como una esperanza más en mi vida, él había estado viniendo semana por medio para no levantar sospechas y siempre me trataba como a otra chica de aquí cuando estábamos fuera del cuarto. Lo último que supe de Alex es que está bien, aún ayudando a buscar una salida para mi y Abigahil. Al pelinegro le había estado hablando de ella y dijo que estaba dispuesto a sacarnos a las dos.

–Esperaremos a la noche, debes ser fuerte.

–Lo soy–dije sintiendo un dudo en la garganta–Sabes que sí, pero toda esta mierda me supera, llevo tres putos meses aquí y solo quisiera acabar con mi vida.

–No digas eso–la chica a mi lado me ayuda a sentarme en la cama y toma mis manos en las de ella–Aún hay esperanza, solo debes aguantar un poco más.

SálvameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora