Capítulo veinticuatro.

81 4 1
                                    

Natasha cerró los ojos lentamente hasta que su cabeza cayó a un lado, creí que había muerto pero cuando después de horas despertó se veía más cansada que nunca. En su rostro siempre había una mirada de maldad, ahora solo había vacíos, su boca siempre sonreía con malicia y ahora solo hay una mueca de sufrimiento.

Todo en la vida se paga–susurró mi subconsciente.

Sabía eso, pero jamás creí que el final de Natasha fuera así. Desde que la conocí aquella tarde en una cafetería su mirada siempre fue la misma. Odio.

Lía, te presento a Natasha–mi padre señaló a una rubia voluptuosa, vestía unos jeans negros y una blusa roja con estampado de leopardo.

–Hola, querida–me saludó con una sonrisa que convencía a cualquiera–Me da tanto gusto conocerte, tu padre siempre me habla de ti.

–Mucho gusto, Natasha–le di mi mano con una sonrisa amable.

Mi padre siempre me había metido en mente que debía saludar bien, pues según él cuando era tan solo una niña salía corriendo en vez de saludar.

Natasha tosió y tosió hasta que un encapuchado se apiadó de ella y le dio un poco de agua.

–Quiero que...

La rubia que estaba frente a mí cerró los ojos un segundo. Algo dentro de mi se removió y quiso ayudarle, yo no era quien para reírme o disfrutar del sufrimiento por el que está pasando.

–No hables, Natasha.

Ella negó.

–Por favor no dejes a mi hija, ella no tiene la culpa de nada.

–Yo...

–Prometemelo, sé que no tengo derecho de pedirtelo pero ella está muy chiquita.

–¿Si eso piensas por qué quisiste llevarla con esos hombres?

–Lo que pensé no tiene perdón y no te culparé si no verás por ella si logras salir de aquí.

–Lo dudo–hablé cortandola–Tú misma me metiste aquí y no pensaste en las consecuencias.

–¿De qué tanto hablan las dos mujeres?–Azael entró y nos miró a ambas–Espero que no haya sido de mi, ya que guardaron silencio.

Ninguna habló, hasta que él se me acercó y tocó uno de mis senos.

–¿Para qué me quieres aquí?–pregunté–Si solo querías vengarte de Natasha, ya está pero déjame ir.

Él no respondió.

–Es... Es cierto, déjala–Natasha pidió con voz cansada.

–Es una pena, pero tengo mejores planes para Lía y para ti–dijo mirando a la rubia.

Aedus.

La gente de Fred se a demorado en llegar y esto me empieza a molestar, cojo el vaso con whisky y bebo todo de un trago.

¿Por qué te importa tanto esa chica?

Mi subconsciente empezaba también a fastidiarme. Sé que nunca he sido una persona amable, pero cuando la vi ahí...

–Por Dios, Aedus. Estás hasta el culo–el estúpido de mi amigo trató de quitarme la botella pero no lo dejé, necesitaba ahogar todos mis pensamientos.

Seguí mi camino maldiciendo por dentro cuando choco con un cuerpo delgado.

–Mira por dónde caminas.

SálvameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora