Capítulo cuatro.

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Al día siguiente no quería despertar, mis ojos se sentían tan pesados que se negaban a abrirse así que decidí dormir cinco minutos más.

No sé cuánto tiempo pasó, pero cuando sentí que iba cayendo mi cuerpo reaccionó y abrí los ojos de golpe, miré la hora en mi mesita de noche y de una vez salí de la cama, iba super tarde al colegio, debí haber puesto una alarma. Me meto a la ducha rápido quitándole la ropa en el camino, me baño rápido y cuando salgo cepillo mis dientes, salgo del baño, abro el armario, saco ropa interior, una falda y una blusa de tiras suelta. Me visto rápido, agarro mi bolso y salgo corriendo hasta la puerta pero antes de que pueda salir me acuerdo de Madison, me devuelvo corriendo hasta su habitación y no está, todo está en orden, voy hasta la habitación de Natasha, toco y como no recibo respuesta abro un poco y veo todo vacío.

–Creo que por fin decidió llevarla.–Murmuro para mí misma.

Esta vez dispuesta a salir, abro la puerta y camino una cuadra para poder coger un taxi, pero la mala suerte me acompaña y ninguno me para, sigo caminando hacia la dirección en donde queda mi colegio y cuando un taxi por fin para, me subo rápido.

–Al colegio Collins School, por favor.

Cuando llegué al colegio, le pagué al señor y me bajé, sabía que la primera clase estaba por terminar así que me fui directamente a los cambiadores para quitarme lo que traía puesto y ponerme algo deportivo para clase, cuando estuve guardé todo en el casillero y salí. En todo el colegio solo habían casilleros para guardan los bolsos para las clases de educación física, fui hasta las gradas de la cancha y me senté a esperar. Pasaron cinco minutos cuando el timbre sonó, segundos después estudiantes con los que compartía esta clase empezaron a llegar ya cambiados, divisé a Alex que venía hablando con Nath muy felices, el castaño le dijo algo al  pelinegro de mi mejor amigo estos dos estallaron en risas, me levanté para acercarme a ellos, cuando estaba por llegar el maestro también llegó, hizo sonar su silbato y todo nos reunimos quedando al frente de él.

–Buenos días, estudiantes.

–Buenos días.–Todos respondimos e coro.

Cada vez que pasaba esto me daba cierta gracia, pues parecíamos niños de primaria saludando a coro a cada profesor.

–La mañana de hoy les traigo varios tipos de ejercicios, los harán por media hora, obteniendo si descanso claro y después la otra hora, se las daré para que hagan lo que quieran.

Todos sentimos y el profesor Rodrigo hizo sonar su silbato de nuevo, todos nos acomodamos donde quisiéramos, empezamos a estirarnos y cuando terminamos, esperamos a que el profesor volverá a hablar.

–¡Quiero cinco lagartijas!

Cada estudiante coge una colchoneta y me echa encima para poder hacer las lagartijas, cuando acabo siento mi corazón latir rápido, definitivamente el ejercicio no es para mí.

–Dios mío, apiadate de mí.

–Y de mi también, por favor.–Alex une sus manos orando y yo me río, ninguno de los dos somos buenos para ejercitarnos.

–¡Ahora diez sentadillas! ¡Vamos, vamos!

Después de varias vueltas a las canchas, correr, trotar y competir entre nosotros, por fin o teníamos la media hora que faltaba y podíamos hacer lo que quisiéramos, me dirigí a la cafetería junto con Alex y compramos dos botellas de agua, nos sentamos en las sillas d ella cafetería y nos tomamos el agua ahí.

–El corazón se me va a salir.–Mi voz sale entre cortada, mi mejor amigo también asiente y toma un gran trago de agua.

–Hacer ejercicio debería ser un delito, casi muero corriendo de un lado a otro.

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