Capítulo catorce.

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El día el entierro llegó y yo sabía cómo sentirme. Madison y Natasha por suerte están bien, al igual que el padre de Alex y Margareth. Desde el día del accidente no he podido dormir esperando que mi padre entre por la puerta de mi cuarto para darme un beso de buenas noches pero cuando recuerdo la triste realidad todo mi mundo vuelve a caer en pedazos y con él, mi corazón. He llorado tanto debajo de las sábanas de mi cuarto que no estoy lista para enterrar al hombre que dió todo por mi. Unos golpes en la puerta se hacen oír pero no me levanto para abrir.

–Lía... Soy Alex, abre la puerta.–Sabía que la hora de irnos al cementerio había llegado–Es hora de irnos, abre. Déjame estar ahí para ti.

Otra lágrima cae por mí ya mojada mejilla pero no hago nada para limpiarla, mis dedos recorren la foto de mi padre en el parque de diversiones hace que mi corazón se rompa más. Respirando dejando que mis pulmones se llenen de aire y rogando con que eso también se llene el vacío que siento en mi pecho. Me siento en la cama acariciando mi sien, el dolor de cabeza cada vez es más intenso y doloroso. Segundos después escucho la cerradura de mi puerta abrirse, Alex entra lentamente observando mi reacción, pero al ver que no me muevo se acerca y se sienta a mi lado para después acariciar mi espalda con su mano.

–Aquí estoy, no estás sola–Su caricia y palabras hacen que tumbe mi cabeza en su hombro–Nunca te dejaré sola, te amo.

–Alex... Mi padre–Un sollozo se me escapa al intentar hablar.

–Shsh–Alex besa mi cabeza de forma cariñosa y me abraza–Todo estará bien.

–No lo creo, mi padre ya no está y no sé que voy hacer...

Mi mano se aferra con fuerza a la camisa negra de Alex y me permito llorar una vez más.

–Saldrás adelante, así lo habría querido tu padre.

Cuando llegamos al cementerio en ningún momento solté la mano de Alex, sentía que él era soporte para no caer al piso y echarme a llorar. Alex me había ayudado a vestirme para venir, me dio una pastilla para el dolor y algo de comida para el camino. Mientras más nos acercábamos al lugar donde estaban todos reunidos para despedir a mi padre, apretaba más la mano de Alex y cuando nos acercamos a los demás, todos vinieron a darme el pésame. Mi mejor amiga beso mi cabeza y me guió hasta los asientos para dejar que el padre diera la misa de despedida y cuando acabó pidió que yo dijera unas palabras.

–Si no quieres, esta bien. Nadie te va a juzgar.–Alex susurró en mi oído con dulzura.

–Estoy bien–Le dije, aunque sabía que era mentira, solo quería ir a mi cama y quedarme ahí hasta sentirme mejor–¿Vas conmigo?–Él asintió.

Cuando pasé al frente junto al ataúd me mi padre pasé mis manos por la madera, cerré los ojos fuertemente por un segundo llenándome de fuerzas para poder hablar y cuando volví abrir los ojos le di un apretón a la mano de Alex al tiempo que lo miraba.

–Aquí estoy para ti.

Asentí.

–Gracias a todos por venir–Mi garganta dolió cuando hablé, pasé saliva varias veces y volví hablar– Sé que muchos de ustedes quieren a mi padre, porque además de ser un buen padre, fue un gran amigo y esposo–Mis ojos vuelven a mirar el cajón de madera y después una foto de mi padre que está encima de este, quería volver hablar pero mi voz se quebró.

–Si no quieres hablar, no lo hagas.

Alex buscó respuestas en mis ojos cuando lo miré. Negué rápidamente al tiempo que me soltaba de su mano.

–No puedo, yo... Yo no soporto esto.–Di media vuelta y salí corriendo.

Al salir del cementerio me detuve y miré hacia ambos lados pensando que camino coger y cuando lo decidí volví a correr calle abajo. No supe cuanto tiempo pasó hasta que me detuve, mi pecho ardía al igual que mis pulmones, tomé varias bocanadas de aire y apoyé las manos en mis rodillas para volver a mi estado normal. Cuando pude recomponerme seguí caminando más lento hasta detenerme en un bar, ahí en la puerta dudé en si debería entrar o no, pero el dolor que sentía en estos momentos me podía más así que entré para tratar de olvidar todo.

SálvameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora