Capítulo veinte.

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Dos días después.

Por fin me siento mejor, me encontraba en la habitación de juegos esperando a Azael pero había algo en la noche de hoy, sentía que algo pasaría y rogaba al cielo que no fuera algo malo. Fui al baño y apliqué un poco más de labial vino, junté mis labios y quité excesos, al igual que los excesos de mi nariz, cuando escuché la puerta abrirse salí con seguridad, lo único que me cubría son unos pantis blancos transparentes con puntos, mis pezones se revisaron al sentir la brisa correr. Azael me miró de pies a cabeza y sonrió, me acerqué a él y besé la comisura de su boca.

–Buenas noches, mi señor–ronronee al hablar.

Tomé su rostro con una mano y después toqué sus labios haciendo que mi dedo índice entrara un poco en su boca, este lo chupó y después lo dejó ir. Empecé por deshacerme de su corbata, me acerqué para darle un beso pero de último momento me separé y caminé hasta las esposas.

–Sabes que me gusta mandar–me dijo con voz ronca.

Lo miré por encima de mi hombro y sonreí.

–Esta noche no.

Con las esposas en mano las puse encima de la sábana color rojo. Caminé hasta él de nuevo y lo cogí de la mano.

–Lía–me dijo cuando me deshice de su camisa.

–Shsh–me acerqué a su boca y lo besé–Solo déjate llevar, mi señor.

Dejé sus labios de nuevo y dejé que se terminara de desnudar. Cuando lo tuve desnudo frente a mis ojos en sus muñecas puse las esposas y después en la parte de la cama, con una venda tapé sus ojos.

–Ten cuidado con lo que haces...

–Tranquilo.

Me senté encima de su pelvis y lo besé, por debajo de mi entrepierna tomé su pene y empecé a mover mi mano, un gemido se escapó de sus labios, sonrío y me bajo de su encima.

–¿Qué haces?–pregunta pero no respondo–Lía, háblame.

Cuando volví a su lado, ya no tenía nada que me cubriera de la cintura para abajo, roce mi entrada en su pene y asi me moví hasta que en una sola estocada me hundí en él.

Después de que Azael se fue, esperé cinco minutos para asegurarme de que ya no estuviera dentro del lugar y fui a buscar a Alex, lo encontré en la barra tomando whisky y para mi sorpresa Nath venía con él. Los tres subimos a una habitación y cuando entramos echamos seguro para después abrazarlos.

–Por Dios, Lía. ¿Pero qué te han hecho?

La mirada de Nathaniel hace que el día en el que terminé aquí vuelva a mi mente, Alex se acerca a mi y coloca su chaqueta en mis hombros, le sonrío agradeciéndole y luego nos sentamos en el piso los tres.

–¿Cómo sigues?–me pregunta mi mejor amigo.

–Mejor, solo fue un virus que agarré.

–Me alegra volver a verte, Lía.–dicr el rubio.

–También a mí–digo viéndolo a los ojos–Supongo que Alex ya te contó todo.

Él asiente.

–Creo que sé que podemos hacer, Lía–Alex me mira con un poco de desconfianza pero lo ánimo a que siga hablando–Me habías dicho que hace mucho no ves a Mad, podrías pedirle a Natasha que te deje verla.

–No es tan fácil como crees–le dije.

–Lo sé, pero podrías amenazarla con que te portaras mal o le dirás algo a Azael para que ya no pague tanto por ti.

SálvameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora