Capítulo once.

90 4 4
                                    

Al día siguiente en la playa se nos unieron mi padre junto con Natasha y Madison, el padre de Alex y su ahora pareja Meredith. Era increíble como las playas se veían más transcurridas ahora que es verano, aunque claro es entendible. El sol brillaba tanto que opté por volver a ponerme las gafas de sol, risas se oían por el lugar de niños, joven y adultos que disfrutan del lugar acompañados de sus seres queridos.

–Lía, haz otra torre aquí.–Madison señala un lugar vacío que hay cerca del castillo de arena–Aquí será donde estarán los malos.

Asiento y empiezo con la tarea. La pequeña rubia mientras ponía al rededor conchas y piedras que encontró en el lugar, mi padre estaba con los demás sentados en unas sillas playeras hablando y tomando algo, la tarde pintaba tan bien que me permitiría disfrutar todo lo que pueda.

–Listo.–Hablo cuando termino.

Madison alza sus dos pulgares en aprobación feliz.

–¿Vamos al agua?–Sus ojos me miran fijamente esperando una respuesta.

–Sí, pero ven.–Ella se acerca a mi, le desato el pelo y se vuelvo a sujetar de nuevo para que el pelo no le estorbe.

Empezamos a caminar directo al agua, Mad empezó a correr y cuando llegó a la orilla se debuto, bien sabe que no debe entrar sola. Su vestido de baño rosa resaltaba en su pálida piel, su cabello rubio se movía de un lado a otro gracias al viento que corría. Más allá se veían Alex y Nathaniel, los dos jugaban con una pelota grande. Cuando llegué junto a Mad la cogí en brazos para poder entrar al agua, ella pasa sus brazos por mi nuca y sus brazos por mi cintura, en la otra mano sujetaba un flotador para ella. Esta vez llevo un bikini color negro que resalta con el cristalina color azul del mar. El agua se sentía tan fría que por un momento mi piel se erizó, nos acercamos a mis amigos y con ayuda de Alex pusimos a Madison en el flotador.

Horas después vinimos a un restaurante para comer algo, todos parecían disfrutar el día que ni Natasha había renegado por nada. Ordenamos la comida y cuando llegó, todos empezamos a comer de una vez, al parecer no solo yo tenía hambre.

–¿Qué más hicieron ayer?–Mi padre pregunta.

–No mucho–Hablo, pero Alex me interrumpe.

–A Lía le hicieron pasar pena, el chico de la barra creyó que venía sola y estaba aburrida, así que le dijo a los de la playa que si querían una ronda de cervezas gratis, debían sacarla a bailar para luego echarla al agua.

Mis cejas se unen al oírlo, creí que ellos no se habían dado cuenta.

–¿Cómo lo sabes?–Alex se mira las uñas presumidamente.

–Chica, yo me entero de todo.–Alzo una ceja–Ok, tu amigo el rubio me lo dijo.

–¿Trevor?–Alex asiente.

–¿Y entonces qué pasó?–Pregunta Margareth.

–¿Pues qué va a pasar? Seguro nadie la sacó a bailar.–Natasha se ríe y después bebe de su limonada.

–Para tú información, si la sacaron a bailar.–Nath es el siguiente en hablar–Y fue un chico muy guapo, solo para que sepas.

Natasha solo refunfuñó, dejé de prestarle atención y les conté todo lo sucedido a los demás. Después de eso entre risas terminamos de comer y volvimos a dirigirnos a la playa, todos nos sentamos en las toallas que pusimos para no sentarnos directamente en la arena y así poder descansar un rato.

–¿Y ya pensaron que estudiar, chicos?–El padre de Alex nos mira atentos.

–Aún no, padre. Aún hay tiempo.

SálvameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora