¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
A veces hay situaciones que se te salen de las manos, y algunas pasan por que decidiste que las cosas fueran así.
Sin motivo alguno, te preguntas porque te pasan, pero la realidad de todo es que haces que alimentes tu propio karma. Haces que seas víctima de tu propia consecuencia y luego te quejas como si no fueras hecho nada malo.
Como a mí.
Nunca me consideré una santa, pero tampoco una diabla; solía salir a escondidas a fiestas en las afueras de la ciudad por gusto, por tan solo verle la cara de disgusto a mi padre, por gusto bebía hasta perder la noción del tiempo y besarme con cualquier chico que se me acercara.
Pero eso había cambiado cuando me alejaron de todo eso.
Un sábado por la noche decidí salir a una fiesta que había organizado una de mis amigas, me habían prometido que iba a ser la mejor fiesta del año con alcohol, comida y chicos super guapos con los que podía pasar la noche. Mi padre, como la mayor parte del tiempo trabajaba en un nuevo proyecto para elaborar otro edificio parecido al más importante del país, advirtiendo que no debía ir, hice caso omiso a su palabra.
Esa noche fui acompañada de mis cuatros amigas y bebí lo suficiente como para ver doble, un chico me había llevado a una habitación sabiendo que iba a tener el mejor sexo de mi vida.
Sentí muchos disparos, hasta tener el cuerpo muerto del chico encima de mí mientras la sangre brotaba de él manchandome, grité horrorizada sin comprender que estaba pasando, hasta que alguien me rodeó y me cubrió con una bolsa quitando mi visión.
Entre lágrimas y llanto, golpearon mi cabeza dejándome inconsciente.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
